Miguel Pajares es presidente de la Comisión Catalana de Ayuda al Refugiado y está doctorado en Antropología Social. Hace unos años decidió cambiar los ensayos por las novelas y desde entonces ha escrito tres: “La luz del estallido”, “Aguas de venganza” y la que nos ocupa hoy, “Cautivas”: una ficción aterradoramente real. Una forma, dice su autor, de “atraer la atención y la simpatía hacia las víctimas de trata”.
Trata de personas, esclavitud sexual… Según explicas en tu novela, pasa delante de nuestras narices y ni nos enteramos.
Te voy a contar un caso real que aparece en “Cautivas”. A una mujer rusa le ofrecieron venir a España a aprender a bailar flamenco. Aceptó, le compraron el billete y, al llegar, la encerraron. Pasó dos años en situación de esclavitud sexual, dos años en que la fueron moviendo por toda España de un burdel a otro. Al final escapó y alguien la encontró vagando perdida por las calles de Barcelona, hecha polvo y mentalmente enajenada. Fue acogida por las monjas de SICAR, una iniciativa de las Adoratrices con la que acompañan a víctimas de trata en todo el proceso tras su liberación.
¿Qué ocurrió cuando estaba con SICAR?
Pasó un tiempo hasta que se hubo recuperado lo suficiente como para explicar su caso, y entonces fue cuando contaba que en Sevilla, durante su cautiverio, se había quedado embarazada. La atendieron en el hospital, pero lo fuerte es que los médicos que tuvieron contacto con ella ni siquiera se enteraron de que era una víctima de trata. Esta historia muestra que no hay formación en los profesionales que se pueden ver atendiendo a estas mujeres sin darse cuenta de que son esclavas.
Para contextualizar el asunto, ¿tenemos cifras?
El problema con las cifras es que cuando se dan no siempre se está hablando de lo mismo. A veces se habla de víctimas de trata y se da el dato de toda la prostitución a nivel global, por ejemplo, sin distinguir entre la voluntaria y la forzada. De lo que sí hay datos –facilitados por el Ministerio del Interior– es de personas liberadas por la policía: en años anteriores la cifra rondaba las 1.000 personas, pero estas son las mujeres que la policía ha detectado como víctimas y ha liberado, no el total de víctimas de trata. Esa cifra debe ser muy superior, pero no hay forma de saberlo con certeza.
Como comentas, no toda la prostitución es trata, pero ¿toda la trata es prostitución?
Tampoco: también hay tráfico de personas para extraerles órganos, para ser esclavizadas como trabajadoras domésticas o para la comisión de delitos. La trata ocupa distintos espacios, pero el grueso de las víctimas es para explotación sexual. Además, la inmensa mayoría de las mujeres que son obligadas a prostituirse en nuestras ciudades son extranjeras.
Cuando hablas de “extranjeras”, ¿te refieres a países de fuera de la UE?
No necesariamente. Es cierto que muchas vienen de países africanos, latinoamericanos o asiáticos, pero también de países del Este de Europa que sí están dentro de la Unión Europea, como es el caso de Rumanía o Bulgaria.
La sociedad no dimensiona el problema: la trata no saldrá en el CIS como uno de los principales problemas del país.
Hablabas de Barcelona o Sevilla: ¿por qué, si es un asunto tan grave y que nos toca tan cerca, sabemos tan poco de él?
Porque no se corresponde para nada la gravedad y magnitud de este delito con lo que aparece en los medios de comunicación. Estamos hablando de cientos o miles de personas esclavizadas en nuestro país, sometidas a prostitución forzada. Es de una gravedad tremenda, pero lo que llegan son noticias puntuales: cada vez que la policía hace una redada en un burdel, por ejemplo. El problema es que la sociedad, el público, no logramos hacernos una idea de la dimensión global.
¿En qué sentido?
Para entenderlo, lo comparo con cómo se vivían socialmente los últimos asesinatos de ETA. Al final, la banda terrorista mataba de vez en cuando. Podían pasar meses entre casos o atentados, pero no se veían como casos aislados: cuando ETA mataba, la sociedad española lo veía como un problema global y lo asumía como tal. Por eso, aunque el total de víctimas tal vez hubiera sido de dos o tres personas al año, cuando en el CIS se preguntaba por las principales preocupaciones de los españoles, este aparecía como uno de los principales problemas. No quiero quitar importancia a los asesinatos, pero si comparamos esa situación con el caso de las víctimas de trata nos encontramos con que van sucediéndose casos, con que las mujeres son liberadas, o mueren… y la sociedad lo lamenta, pero no dimensiona el problema. La trata no saldrá en el CIS como uno de los principales problemas del país.
Si hay oferta, es porque hay demanda, claro… ¿Cuál es el perfil del contratante?
Hay muchos perfiles. Está el cliente que busca niñas y hasta viaja a otros países para saciar sus deseos: a este lo podemos situar en un plano claramente delictivo. Es alguien a quien le importa un pito el sufrimiento de esas chicas. Al cliente de un prostíbulo español que busca comprar sexo no lo podemos meter en el mismo saco: no trato de justificar su conducta, pero es cierto que muchas de las liberaciones de víctimas de trata vienen a partir de clientes que se han dado cuenta de que la chica con la que estaban no vendía su cuerpo voluntariamente y han avisado a la policía.
Vamos al origen, ¿cómo es la captación de la víctima?
El caso más claro es el secuestro: las mafias la toman de un sitio, la llevan a un piso y la retienen allí, obligándola a mantener relaciones sexuales con desconocidos. Eso es lo más evidente, pero también está el caso de la mujer engañada: las que –como el ejemplo que te ponía al principio- vienen por su propio pie al país de destino con la promesa de un trabajo y al llegar les dicen que les deben X dinero por el coste del viaje, por lo que han pagado por ellas. Que hasta que no cumplan con la deuda, van a estar prostituyéndose.
Encerradas en un piso.
No necesariamente. En algunos casos sí, pero en la mayor parte de ellos la presión es psicológica, basada en el miedo. Mediante amenazas, los tratantes consiguen que las chicas se sientan delincuentes, que crean que los mafiosos son los únicos que las pueden proteger de la policía. Esto también es trata, aunque pueda haber menos violencia física. Esta segunda fórmula, más basada en el engaño, es la que se ha venido imponiendo a partir del año 2000, cuando comenzaron a redactarse los protocolos de lucha contra la trata.
En la mayor parte de los casos, la presión es psicológica, basada en el miedo.
Entre estas prácticas sobre lo psicológico entra el vudú, ¿no?
Sí, aunque el control mediante ritos de vudú es algo propio de las mafias africanas. Son niñas a las que practican un rito de vudú, con un sacerdote o chamán y la familia presente. Después son vendidas y a partir de ahí tienen la conciencia de haber adquirido una deuda que, si no cumplen, provocará desgracias sobre sus familias. Ya no es solo miedo a los tratantes –que también-, sino a las desgracias inducidas espiritualmente.
¿Y qué pasa cuando son detectadas por la policía?
El problema de estas mujeres es que en la mayor parte de los casos no colaboran, niegan que estén forzadas. La cosa se complica porque en este caso son mujeres que a lo mejor viven en su propio piso aquí en Barcelona: no necesitan demasiada vigilancia, pero saben que tienen que ir pagando su deuda periódicamente y que no estarán libres hasta que no hayan saldado la deuda.
Ah, pero ¿la pueden llegar a saldar?
Hablamos de una deuda de 30.000 o 50.000 euros, pero en estos casos sí: cuando las víctimas de vudú saldan la deuda, quedan realmente libres. Ha habido mucha trata, por parte de mafias del Este de Europa, en las que la deuda no era tal. Que se la iban incrementando por cualquier chorrada a base de multas. En el caso de las nigerianas no: la deuda es una y si la saldan, ya está.
Es un problema complejo…
Desde luego, aunque ahora la policía tiene ya unidades especializadas en el tema. La de los Mossos, por ejemplo, trabaja bastante bien. Conocen las distintas situaciones en función de los países de origen y colaboran con asociaciones como SICAR. Es una mejora importante, porque años atrás la policía entraba como un elefante en una cacharrería. Otra cosa es que no tengan los medios necesarios: que desde los gobiernos no se le dé al tema la importancia que tiene. No solo hablo de medios policiales, también de atención a las víctimas. Ahí sí que hay bastantes deficiencias.
- Lee aquí la segunda parte de la entrevista: “Nuestra política de fronteras hace morir a personas sin revolver nuestras entrañas”