Pepe Baeza – Por una función crítica de la fotografía de prensa
Ed. Gustavo Gili, 2001 – 179 páginas
Pepe Baeza, editor gráfico de La Vanguardia, construye en su libro un mosaico de reflexiones que, a la manera de un puzle, adquiere sentido pleno cuando se observa en su conjunto. Así, el autor aborda diez temas a lo largo de los otros tantos capítulos que dura el libro, capítulos independientes a la vez que interconectados.
El libro se abre con una introducción de corte apocalíptico en la que Baeza augura un panorama desolador para el futuro de la prensa a corto plazo, un panorama en el que “la prensa se convierte poco a poco en un producto más”, la imagen periodística juega el papel de “comparsa”, se pierde “la cultura visual profesional crítica” y se mezclan los géneros de la imagen siguiendo “un concepto unitarista y propenso a la manipulación”, y no una voluntad de enriquecimiento de las disciplinas. Tras esta presentación, Pepe Baeza intenta establecer una clasificación de la fotografía de prensa en dos grandes bloques: fotoperiodismo (aquellas fotos vinculadas a valores de información y actualidad, a hechos noticiables) y fotoilustración (aquellas otras imágenes que no buscan transmitir unos hechos sino dar a conocer un objeto, concepto o idea).
En el libro, Baeza aborda temas como la violencia en las imágenes, la manipulación de las mismas, la ética del fotoperiodismo, la estereotipación de los periódicos (el hecho de que todos se parezcan mucho –demasiado- entre sí) o el rol que los famosos (el people, como lo llama el autor) juegan en nuestra sociedad. Son temas sobre los que no se cierra una postura sino que más bien abren el debate y la polémica, suscitando reflexiones como las dos que os ofrecemos a continuación:

(Guille Altarriba)
Hay un debate que Pepe Baeza plantea en el cuarto capítulo: el de la representación de la violencia en las imágenes de prensa. En palabras de Roland Barthes, explicadas por Baeza, “el impacto emotivo de una imagen muy violenta anula la posibilidad de significación, por el puro colapso psíquico que provoca y que la agota en sí misma”. Frente a esta postura, contrapone la de los que argumentan que la exposición de la violencia puede mover a la reflexión sobre las causas de la misma.
Es un debate que realmente no está cerrado. ¿Hasta qué punto es, no ya lícito, sino moralmente correcto mostrar el sufrimiento ajeno y la violencia? La ética periodística –siendo como es la fotografía de prensa una disciplina claramente periodística- se encuentra en este punto en un dilema. Personalmente, opino que se debe optar más por la segunda opción, por mostrar la violencia. Es cierto, no obstante, que hay numerosos argumentos en contra de esto, como los referidos al respeto a la propia persona (a nadie le gustaría verse sufriendo y sin brazo en la portada de un periódico de tirada nacional, por ejemplo) o incluso reflexiones sobre que la exposición continuada a la violencia termina inmunizándonos frente a ella, volviéndonos insensibles al dolor ajeno.
Aun así, abogo por no ocultar al lector partes de la realidad. Ya no solamente en el caso extremo que plantea Baeza en su libro, el del 11-S, en el que denuncia la censura aplicada por los EEUU sobre sus propios medios en los que no aparecieron imágenes de los miles de muertos tras el atentado de las Torres Gemelas. En este caso la reflexión sobre si hay muertos de distinta categoría (¿son acaso más dignos los cadáveres americanos que se ocultan por pudor que los cientos de miles de casos de muertos de países del tercer mundo que copan cada día los periódicos?) ya tiene fuerza suficiente, pero hay casos en que no.
Por poner un ejemplo, en el caso del maratón de Boston, se levantó debate acerca de si se debía colocar o no una fotografía en la que aparecía un hombre con la pierna arrancada por la explosión. Desde mi punto de vista, no colocar esta imagen resultaría una merma para el lector en el sentido de que se le estaría negando el acceso a una parcela de lo que ocurrió. Además, recurrir a una imagen así de fuerte (por mucho que diga Barthes) permite explicar de forma visual y de un solo vistazo la magnitud de la tragedia que se vivió en aquella línea de meta. Más allá del morbo que pueda suscitar un hombre sin pierna (posición contra la que me opongo, no se trata de censurar la violencia pero tampoco de utilizarla a modo de reclamo), lo cierto es que es una foto que logra comunicar de forma directa y sin ambages una situación crítica.
En definitiva, Baeza presenta en su libro una visión crítica del panorama de la fotografía de prensa actual aportando ideas, propuestas y reflexiones que realmente me han parecido muy interesantes, como la referida al arte. A pesar del panorama pesimista que presenta, no deja en ciertos momentos de ofrecer esperanza. No deja de traslucir que no todo está perdido.

(Jaume Vives)
¿Deben aparecer muertos en las fotos de prensa?
Considero importante tratar dos temas muy relacionados con la fotografía.
El primero tiene que ver con la morbosidad, el sensacionalismo, y los muertos en las imágenes. Cuando la gente oye esos dos vocablos -“muertos” y “foto”- suele relacionarlos rápidamente y emitir un juicio quizás demasiado precipitado: “Es puro morbo” dicen algunos. Pero, ¿deben aparecer muertos en las fotos? La respuesta no es sencilla pero intentaré dar algunas pautas.
En primer lugar, no todas las situaciones son iguales. No es lo mismo un accidente de escalada, que el derrumbamiento de una casa, o un atentado terrorista. De la misma forma que no es lo mismo un atentado terrorista de ETA narrado en Madrid que en el País Vasco.
Si algo tengo claro es que no deberían aparecer fotos de muertos o heridos por un accidente de montaña o por el derrumbamiento de una casa. Se trata de accidentes, tristes, pero accidentes.
Cuando hablamos de atentados terroristas estamos ya en otro plano. Se trata de la injusticia de unos hacia otros. Pero sigue sin ser motivo suficiente para mostrar fotos de los muertos en los atentados. Es necesaria otra consideración previa. No es lo mismo un atentado de ETA explicado en Madrid –donde la postura de los medios es unánime frente a dicha injusticia- que en el País Vasco, donde no todos lo ven de la misma forma. Es en este último caso donde mostrar las fotos de los atentados es más que legítimo, de hecho no solo legítimo, también necesario. Probablemente más de uno rectifique y cambie de parecer después de ver los cuerpos mutilados de familias inocentes.

Vemos por tanto como el mostrar cuerpos sin vida, o gravemente heridos, puede servir a veces para hacer cambiar a las personas, y en último término por tanto cumple el propósito del periodismo, de servicio a la sociedad, al bien común. Mostrar la realidad en toda su crudeza, es a veces necesario.
Consciente de la fina línea que separa el servicio social de la morbosidad, es muy importante estudiar cada caso y emitir un juicio de valor que dependerá mucho de la casuística y no tanto de normas generales que a priori y de forma teórica podamos establecer.
El segundo tema a tratar es el subjetivismo fotográfico. Cuando hacemos una crónica o cubrimos un acto para prensa escrita se trata en el fondo de un intento imperfecto de aproximarse a la realidad, pues explicamos solo parte de ella -la parte que recordamos y tal y como la recordamos-.
Con una fotografía sucede lo mismo pero la aproximación es todavía más imperfecta. Pues sí con un escrito podemos explayarnos, la foto tiene un encuadre del que no podemos salir, y eso es lo que verá la gente. Captamos una parte muy pequeña de esta parte de realidad que percibimos.

Es importante por tanto diferenciar entre dos tipos de fotos. Las que son buenas, y las que son veraces. Las buenas son atractivas a la vista, aunque no tienen porque corresponderse con la realidad. Las veraces busca la máxima aproximación a la realidad. Estas últimas suelen valorarse a posteriori, cuando se conocen los hechos a fondo y se puede emitir un juicio riguroso acerca del acercamiento de la foto a la realidad de los mismos.
En una manifestación suelen ocurrir muchas cosas, y explicarlas en una sola foto es imposible. Pongamos la foto que pongamos estaremos dando una visión subjetiva de lo acontecido. Por tanto siempre es preferible un reportaje fotográfico a una sola foto. Un reportaje fotográfico de una manifestación puede mostrar varias facetas de la misma, mientras que una sola foto mostrará solo una faceta, y esa será la faceta con la que la gente se quedará.
Y es quizás por eso por lo que Arcadi Espada -a quién espero que, a pesar de que algunos digan que es un intelectual, nadie tenga como ejemplo en lo intelectual- dice que la fotografía de prensa ha irrumpido violentamente en la prensa escrita.
Y precisamente por esto, en tanto que busquemos un periodismo más fidedigno a la realidad, y más comprometido con los hechos, daremos más importancia a los reportajes fotográficos y menos a la fotografía “suelta” en un texto. Salvo, sentido común mediante, algunas excepciones.