Terry Gould. Matar a un periodista: El peligroso oficio de informar.
Barcelona: los libros del lince, 2010
334 p.
Terry Gould nació en 1949 en la zona más pobre de Brooklyn, Nueva York. Hizo sus estudios de periodismo en Canadá y en 1984 publicó una colección de narraciones breves y se trasladó a Vancouver, donde inició una brillante carrera como periodista. Sus libros y artículos han sido alabados con una cincuentena de premios internacionales.
El libro reconstruye las vidas y el trabajo de unos periodistas cuyo único crimen fue contar lo que sabían. Las historias de 7 periodistas asesinados fueron investigas por Terry Gould durante 4 años y en este libro las cuenta en un ejercicio excepcional de periodismo narrativo.
[sociallocker]Si hay una idea que a uno le queda clara después de leer Matar a un periodista: El peligroso oficio de informar es que a pesar de no ser el colectivo más perseguido, la muerte de un solo periodista es un hecho ya de por si trascendental. No tanto por la cantidad sino por el contenido, por lo que se esconde detrás de su muerte. La muerte de un periodista representa el aniquilamiento del derecho de la gente a estar informada. Significa suprimir de las pocas herramientas de control sobre el poder que hay. Implica no dejar que la gente pueda conocer la verdad.
Matar a un periodista primero es un asesinato y después un atentado contra la libertad de la gente, de ahí su trascendencia.
En el libro se recogen las historias de 7 periodistas que fueron asesinados por informar, por sacar a la luz información que era incómoda a ciertas personas. La mayoría de ellos, conscientes de que ese camino solo tenía un final, que era la muerte, decidieron seguir caminando, y todos la encontraron, mucho antes de lo que la naturaleza tenía previsto para ellos.
Hay una frase que definiría a la perfección la manera de hacer periodismo de estas 7 personas: «Una noticia es algo que alguien en algún sitio no quiere ver impreso. Todo lo demás es publicidad» Lord Northcliffe. Y se lo tomaron tan en serio que llegaron incluso a obsesionarse con la idea. Es el ejemplo de Guillermo Bravo Vega, un periodista colombiano que pasado el ecuador de su vida fue asesinado. De joven cometió un asesinato que le perseguiría toda su vida y después del cambio que hizo en la cárcel decidió que desde entonces iba a redimirse hasta el punto de entregarla si fuera necesaria, y lo fue. Lo suyo no era periodismo por periodismo, lo suyo era periodismo por justicia. Cuando ya había salido de la cárcel le siguió un familiar del chico al que había asesinado y en un callejón le sacó un arma. Bravo le dijo al chico: “Sí, mátame si quieres, pero, si me dejas con vida, repararé el crimen cometido, te lo prometo. Estoy dispuesto a morir de pie por mis creencias”. El chico le perdonó la vida y Bravo cumplió su promesa.
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