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«El Marxismo es reduccionista y anula la libertad de las personas» Dr. Mini (III)

PRIMERA PARTE 

SEGUNDA PARTE 

El Marxismo tampoco es una solución al problema económico. Seguimos hablando con el Dr. Alessandro Mini, Profesor de Doctrina Social de la Iglesia (DSI) en la Universidad Abat Oliba, abogado y Doctor en Humanidades y Ciencias Sociales. Mini nos explica hoy por qué el Marxismo no es ninguna alternativa al Capitalismo:

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En partes anteriores hemos hablado del Capitalismo. ¿Qué critica la Doctrina Social de la Iglesia sobre el Marxismo?

El problema del Marxismo también es complejo. De entrada, el primer problema que tiene este sistema es el de la propiedad. En un contexto socialista, la propiedad y, en especial, la propiedad de los medios de producción no pueden ser objeto de titularidad individual. Según la Doctrina Social de la Iglesia, el hombre tiene un derecho de propiedad natural porque necesita poseer para poder producir aquello que necesita para sustentarse. El hecho de que la propiedad solo pueda recaer en manos de la colectividad ya es algo no compatible con la Doctrina Social de la Iglesia.

No sería natural, entonces, esta forma de propiedad del Marxismo.

No. Otra cosa es que se considere la propiedad como un derecho absoluto. “Esto es mío y como es mío hago lo que quiero con ello”. Esto sería una visión pura del Capitalismo. Pero esto a la práctica no se ha llevado a cabo nunca. Desde hace muchos años se habla en muchos países, cosa acorde con la Doctrina Social de la Iglesia, de la función social de la propiedad, en virtud de la cual el Estado puede poner límites a la explotación de lo propio. Si yo soy titular de un terreno no puedo construir como me venga en gana, debo, por ejemplo, cumplir los reglamentos que me pone la administración en cuanto a tamaño de los edificios, su explotación, etc. Todo para asegurar la convivencia general y a razón de que la propiedad que tengo sobre el terreno no solo va en función mía, sino también en función de la necesidades de la sociedad.

¿Algún defecto más?

Otro defecto del socialismo es el materialismo. Donde todo está determinado, no hay espacio para la libertad. Para esta ideología todo lo que existe es materia. Hay un materialismo dialéctico e incluso histórico en el que se explica la historia mediante una lucha de clases entre propietarios y obreros.

carl Marx

Quizás la realidad sea más compleja, ¿no?

La realidad y los hechos históricos son mucho más complejos y ricos. El Marxismo es una ideología reductivista que considera como válida solo parte de la realidad y, por lo tanto, es defectuosa en este aspecto. El hombre es más que materia, tiene espíritu. Y en la realidad hay cosas como el amor, la inteligencia o la conciencia moral que, si bien no son ni palpables ni materiales, existen, son importantes y han determinado más la historia que la lucha económica. Todo esto no es tenido en cuenta por el Marxismo y, por eso, decimos que es una ideología reductivista, al igual que lo sería un Capitalismo en el que solo se ensalzaran la libertad humana y el instinto de lucro, sin tener en cuenta otros aspectos de la existencia de la persona.

Pero a lo largo de la historia ha vencido el Capitalismo…

En efecto, el Marxismo ya prácticamente ha desaparecido y parece que ha ganado el Capitalismo. Es cierto que los principios teóricos del Marxismo siguen presentes en muchas áreas de nuestra cultura actual. A modo de ejemplo: el materialismo filosófico se ha difundido enormemente en los planes de estudio de muchas escuelas y universidades, y el materialismo histórico ha inspirado la labor de un gran número de historiadores que nos han proporcionado una lectura sesgada de varios acontecimientos históricos.

El Capitalismo –como usted dice- sigue vigente, fundamentalmente porque no es esencialmente injusto, aunque puede llegar a serlo en su aplicación práctica. Tanto es así que, históricamente, y también en tiempos recientes, ha dado sobradas muestras de su incapacidad, por sí solo, de solucionar los problemas sociales. El Estado, de hecho, a menudo ha tenido que intervenir en la economía para frenar o resolver los problemas ocasionados por un desordenado afán de lucro. Pensemos en la quiebra de Lehman Brothers, donde ha quedado claro que no puede dejarse la solución de la cuestión social en manos de la buena voluntad de los agentes del mundo económico, sino que es necesario un marco jurídico que guíe la actividad económico-financiera a la luz de la justicia en todas sus formas, incluida la social.

¿Y qué decir de la lucha de clases?

En primer lugar, habría que preguntarle a Marx de qué clases hablaba, ¿solo de la capitalista y de la obrera? La experiencia nos dice que hay más clases. También están los directivos de empresas, los profesionales liberales, los pequeños propietarios, los autónomos… Todas estas personas no pueden adscribirse a ninguna de las dos clases mencionadas por Marx y también son parte importante del sistema.

Comprendo…

Además, hoy en día, la concentración de la riqueza en grandes empresas suele tener una estructura societaria. Y los que son propietarios de esas empresas son los accionistas. Con lo que, actualmente, muchas personas de clase media son propietarios de parte, aunque sea pequeña, de grandes de empresas. Esto de las clases es mucho más difuso y amplio que lo que describía Marx. Ahora no es tan fácil adscribir una persona a una clase u otra con la rigidez con la que lo hace el Marxismo.

Digamos, por tanto, que el esquema marxista es erróneo, y más actualmente.

Exacto. Aun así, lo que sí que es cierto es que la riqueza se está concentrando en manos de pocos. Y eso también es un problema.

PC China

¿Y qué decir de los grandes empresarios que han triunfado legítimamente con sus negocios en el mercado? Tienen mucho dinero, pero se lo han ganado, ¿qué hay de malo en ello?

La Iglesia propone una economía donde reine la justicia, pero también donde haya verdad y caridad. Comprende que, por circunstancias muy diversas, una pequeña parte de la humanidad se ha apropiado de gran parte de los bienes mundiales, mientras que una gran mayoría vive en la pobreza. Para la Iglesia es necesaria una justicia social y pretende la redistribución de la riqueza para que los pobres sean menos pobres.

¿Por dónde empezar a redistribuir?

El poder político está llamado a implementar las medidas necesarias para lograr una más justa redistribución de la riqueza. No se trata de igualarnos a todos, pues aunque las personas somos iguales por naturaleza y dignidad, no todos tenemos los mismos talentos: unos tienen capacidad empresarial, otros tienen vocación de médico, de profesor, de periodistas, etc. De ahí que no sería justo que todos tuviéramos los mismos bienes. Pero una cosa es esta y la otra es la enorme desproporción que hay entre los patrimonios de unos pocos y la pobreza o miseria de muchos. Esas grandes fortunas deberían pensar que ese dinero lo han conseguido gracias a que hay personas que trabajan para ellos; deberían, por tanto, empezar por redistribuirla a ellos.: ya sea mejorando sus condiciones de trabajo, sus salarios, la conciliación familiar, etc. También dar más trabajo de calidad, pagar los impuestos que les pertocan, sin intentar evadirlos llevando el dinero a paraísos fiscales, etc. Asimismo, pueden hacer donaciones a entidades que ayuden a la sociedad.

Has hablado de no llevarse el dinero a paraísos fiscales, pero muchas veces se lo llevan porque consideran que los impuestos son muy elevado. Hay lugares, como Francia, donde han llegado a pedir casi el 75% de las ganancias a los más adinerados. ¿No es eso también abusivo?

El problema no está en el porcentaje. El pago de impuestos debe adaptarse a la cantidad que se gane. Si es más del 50%, como el caso que tú expones, la clave está en mirar a quién y para qué se le pide tanto dinero. La Iglesia no da soluciones técnicas, da principios. Si el pago de un impuesto está justificado por el hecho de que si no es así el país se hunde en la miseria… Y teniendo en cuenta que después de pagar este impuesto a las personas todavía les queda dinero para vivir y tal impuesto es solo temporal,  se puede llegar a justificar. Pero también habría que ver en qué gasta el Estado ese dinero. ¿Realmente está tan necesitado que no tiene más remedio que subir tanto los impuestos? ¿No hay quizás gastos innecesarios que habría que suprimir antes de llegar a eso? En tiempos de crisis, por ejemplo, todavía se gasta dinero en renovar material en las administraciones, dar subvenciones a entidades con fines ideológicos… Antes de subir tanto los impuestos habría que atacar todas estas realidades.

Porque, ¿cuál es la razón de ser de los impuestos?

Según la Iglesia, es la obtención, por parte de la sociedad –a través de sus gobernantes-, de los recursos necesarios para el logro del bien común. La Doctrina Social de la Iglesia vincula esto a la exigencia de la solidaridad que se ha de tener con el resto de los ciudadanos, empecialmente con los más desfavorecidos. También habla de “racionalidad y equidad en la imposición” y “de rigor e integridad en la administración y destino de los recursos públicos”, principios que explican perfectamente la razón de ser de lo que acabamos de decir

CUARTE PARTE

Acerca de Lluís Llaquet


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