A lo largo de la historia son muchas las personas que han muerto por no renunciar a la fe católica. Hoy es el día de San Esteban, el protomártir (es decir, el primer mártir de la Iglesia), y por eso queremos mirar atrás y traer a nuestros lectores cuatro historias de martirio que no dejan indiferente a nadie.
El martirio de San Lorenzo, esculpido por Bernini
Dadme la vuelta, que por este lado ya estoy hecho
La primera es la historia de San Lorenzo, que inspiró el famoso monasterio de El Escorial, en Madrid. La planta de este edificio tiene forma de parrilla, que fue precisamente el instrumento usado por los romanos para matar a Lorenzo en el año 258. Se cuenta que en medio del martirio, Lorenzo exclamó Assum est, inqüit, versa et manduca, que traducido significa «Dadme la vuelta, que por este lado ya estoy hecho». Su santo se celebra el 10 de agosto, fecha de su martirio.
No quiero sino daros mi bendición para que Dios no os tome en cuenta la locura que vais a cometer
Para los siguientes mártires de los que hablaremos no nos hemos ido tan lejos: en España, durante el siglo XX, ha habido miles de personas perseguidas por su fe. De estos, 1524 han sido beatificadas o canonizadas, pero el secretario general de la Conferencia Episcopal, Mons. Martínez Camino, asegura que fueron más de 7.000 los religiosos asesinados por este motivo. Entre estos se encuentra Martín Martínez Pascual.
Esta foto no muestra a ningún modelo ni actor famoso de la época, sino al padre Martínez Pascual minutos antes de ser fusilado el 18 de agosto de 1936. Los soldados le dijeron que se pusiera de espaldas, pero él les contestó que quería morir de frente. Fue entonces cuando les dijo: «Yo no quiero sino daros mi bendición para que Dios no os tome en cuenta la locura que vais a cometer», y murió al grito de «Viva Cristo Rey».
El tercer caso que presentamos también ocurrió durante la época de la Guerra Civil y se celebra el 13 de agosto. En verano de 1936, 51 miembros de la Comunidad Claretiana de Barbastro, en Huesca, fueron encerrados y posteriormente asesinados. Su historia, que se relata en la película «Un Dios prohibido», quedó recogida en el testimonio que los 51 jóvenes escribieron en sillas, tablas, paredes o envoltorios de comida. En un papel de chocolate, el seminarista Faustino Pérez escribió esto:
Agosto, 12 de 1936, en Barbastro. Seis de nuestros compañeros son ya mártires: Pronto esperamos serlo nosotros también. Pero antes queremos hacer constar que morimos perdonando a los que nos quitan la vida y ofreciéndola por la ordenación cristiana del mundo obrero, el reinado definitivo de la Iglesia Católica, por nuestra querida Congregación y por nuestras queridas familias.¡La ofrenda última a la Congregación, de sus hijos mártires!
Un fusilamiento anónimo de la Guerra Civil española
En cuarto y último lugar, también en 1936 murió fusilado Francisco de Paula Castelló y Aléu por defender su fe. Este ingeniero catalán fue torturado y asesinado al inicio de la guerra en Lérida a los 22 años. Durante su cautiverio, escribió cartas de despedida a su familia y a su novia, Mariona. Esta es la carta que le escribió a ella:
«Estimada Mariona:
Nuestras vidas se unieron y Dios ha querido separarlas. A Él ofrezco con toda la sinceridad posible ese amor que te tengo; mi amor intenso, puro y sincero Siento tu desgracia, no la mía. Debes estar orgullosa: dos hermanos y tu prometido. ¡Pobre Mariona mía!
Me acontece una cosa extraña. No puedo sentir aflicción alguna por mi muerte. Una alegría extraña, interna, intensa, fuerte, me invade todo. Me siento envuelto en ideas alegres como un presentimiento de la Gloria.
Quisiera hablarte de lo mucho que te he amado y de la ternura que te reservaba, de lo felices que hubiéramos sido… Cásate si puedes. Yo desde el cielo bendeciré tu unión y tus hijos. No quiero que llores, no lo quiero… Te amo. No tengo tiempo para más.
Francisco.»
Lamentablemente, las historias de martirio no son algo del pasado. Hoy mismo, en lugares como Síria e Irak encontramos situaciones muy similares a las expuestas.