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Los tiburones del arte

Los Tiburones del arte. Luis Racionero. Ensayo sobre el arte

Editorial Stella Maris

Número de página: 128

Luis Racionero fue gran amigo y admirador de Salvador Dalí. Estudió Ingeniería y Ciencias Económicas en la Universidad de Barcelona y obtuvo la beca Fullbright para doctorarse en Urbanismo en Berkeley. Ha obtenido los premios Azorín y Fernando Lara de novela; y el Anagrama de Ensayo. Entre sus obras narrativas destaca Cercamón (1982), La forja de l’exiliRaymon o la alquimia de la locura (1985), La cárcel de amor (1996); y La sonrisa de la Gioconda (1999). Es autor también de numerosos libros ensayísticos y ha realizado algunos cortometrajes como La fiesta de los locos.

Los tiburones del arte

LOS TIBURONES DEL ARTE

Un vaso relleno de agua a la venta por 20.000 euros, un tiburón en formol vendido por 12 millones… El arte ha sido abducido por el mercado y travestido por técnicas de relaciones públicas. Este desastre se veía venir desde que el arte arrojó sus credenciales estéticas y sustituyó “los criterios” por precios, valores y dinero. Lo que antes era arte hoy es mercancía, con un valor de cambio enorme (lo que pagamos) y un valor al uso (el valor intrínseco de las emociones que nos despierta la obra) sin importancia.

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El criterio se ha diluido entre el mercado y nos hemos quedado sin herramientas para discernir qué es arte y qué no; buceando en el mar regido por el “yo me expreso”. Vayamos por partes. Luis Racionero, en este ensayo, nos da las pistas de lo que hoy en día se necesita para que “algo” sea considerado una obra de arte: tener un buen relaciones públicas que coloque tu obra en una galería importante, que un crítico prestigiosos elabore una crítica positiva y que un rico pague una cuantiosa y repulsiva cantidad por ella.

Hoy la mayoría de artistas dependen de un marchante, de un editor o de un productor que venden su obra y administran su economía. Cuando no hay paradigma cultural a seguir es lógico que el arte se muestre desconcertado y avance a tientas. No se trata de falta de creatividad sino de dirección; no sabemos cómo pintar porque no sabemos qué pintar. Que en el 90% de los casos el arte moderno sea más neurosis que liberación no quiere decir que el arte sea neurosis, sino que el 90% de los que hoy pasan por artistas son más neuróticos que creadores. Lo cual es normal estando como estamos en plena ruptura del canon cultural occidental, inmersos en la vorágine mental; y es que “cuando el arte no es comprensible colectivamente y permanece a un nivel personal, entonces es solamente expresión de la neurosis del autor, la cual, salvo en casos excepcionales como Kafka, poco interesa a los demás” apunta Racionero. Para que el arte no sea neurosis, la expresión debe ser colectiva. «Hoy el arte moderno es un gran carnaval en el que todo anda revuelto, el talento y la pillería, lo genuino y lo falso, los creadores y los payasos» continúa Racionero.

Entonces, ¿qué es arte? Según el diccionario de María Moliner arte es “la actividad humana dedicada a la creación de cosas bellas” y la belleza “parece agua limpia sacada de un manantial puro, cuanto más insípida más sana”.

Podemos aventurarnos a afirmar que para que algo sea arte debe haber un impacto que cause en el receptor, que es la segunda vida del arte; la primera es su creación por el autor. El arte nace en el artista y renace en el espectador. Por lo tanto, la poesía, por ejemplo, es la conversión en el sentido más personal y más íntimo del diálogo. Un poema no está vivo hasta que hace reaccionar al lector. Edmund Burke da a la luz sus Investigaciones sobre los orígenes de lo sublime, donde afirma: “Todo aquello capaz de excitar ideas de dolor o peligro, es decir, todo aquello que es de algún modo terrible, es fuente de lo sublime, como el sublime efecto de la oscuridad o del poder de destrucción, o como la soledad, el silencio y el rugido de los animales.”

Arte es cualquier producción humana que provoque en el espectador una emoción, un escalofrío, una descarga del sistema nervioso que supera el nivel de intensidad que no se puede controlar. De este modo, establecemos la emoción como frontera definitoria del territorio artístico. Únicamente cuando la información, el humor o lo que sea, trascienda sus propios límites y se expresen de modo que logren emocionar, alcanzarán el rango de obra de arte.

El arte es una vía de conocimiento del mundo, complementaria a la ciencia. Podríamos resumir, tal y como afirma Luis Racionero, que “el arte es objeto material o mental compuesto por un ser humano y que puede cambiar el estado de ánimo de otros seres humanos.”

La pregunta que ahora se plantea es: ¿Cuál es el arte que está por venir? Igual que lo fue el cine el siglo XX, el arte del futuro será tanto más poderoso y creativo cuanto más se apoye e inspire en la ciencia y en la tecnología y es que “el láser es un pincel que todavía espera a su Leonardo”. Los científicos serán los nuevos artistas. Esta nueva forma de arte está escondida en lo pequeño, en lo microscópico; y en lo inmenso, en lo macrocósmico.tiburon-hirst-2

Es de suponer que este periodo de aridez moderna en música, pintura, arquitectura, escritura, etc., servirá para romper moldes ya superados y preparar el camino a lo que ha de venir pero basta ya de tanta contaminación. El arte no hay que entenderlo, hay que sentirlo. Dejémonos de tonterías, de imbéciles corruptos y no perdamos la perspectiva: la luz de aquel autorretrato de Rembrandt, los acordes de la novena, Guerra y paz, la divina proporción… Y dejemos a los tiburones en el mar.

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