(Fotógrafo: Pablo Puig)
Cuenta el padre Rodrigo Miranda que a partir de un ocho de diciembre, su vida cambió. Este misionero chileno descubrió su vocación a raíz de una conversación con un diácono tras la que nada fue lo mismo. Hoy, muchos años más tarde y tras misionar en Tierra Santa, Egipto o Jordania, este sacerdote se encuentra en Síria, desde donde denuncia la indiferencia occidental al sufrimiento de los cristianos perseguidos. La semana pasada estuvo en Barcelona invitado por Ayuda a la Iglesia Necesitada para dar su testimonio y no quisimos perder la oportunidad de hablar con él:
Llegaste a Siria antes de la guerra, ¿cómo viste a los cristianos allá a tu llegada?
Cuando llegué, Siria era un país normal. Alepo era una ciudad espléndida: rica, culta, llena de trabajo y de buena educación, con mucha actividad entre la juventud. El tejido social era muy distinto al de otros países árabes que conozco, y la convivencia de los musulmanes con la comunidad cristiana era relativamente buena, al menos al nivel de las relaciones humanas. Además, la Iglesia local estaba muy activa, aportando mucho a la sociedad.
Y empieza la guerra, ¿cómo lo vive la Iglesia?
Sí, el conflicto violento comienza a destruir la ciudad en 2011, y el punto álgido llega hasta 2013. Lo que ha venido después ha sido una continuidad de esos primeros ataques. La Iglesia lo vive como cualquier otro civil en esta guerra: carencias, secuestros, bombardeos… aunque es cierto que un cristiano lo vive desde la perspectiva de la fe, y ves como incluso en las situaciones más adversas continúan rezando, ayudando al prójimo y poniendo la esperanza en Dios. Lo que sí duele a estos cristianos es el abandono por parte de Occidente -de Dios no dudan que les continuará sosteniendo-.
Hoy mismo hay cristianos que son asesinados y sin embargo estamos con los ojos cerrados, enrocados en el buenismo
¿En qué se sienten abandonados los cristianos de allí?
Mira, hace unos meses la ONU invitó al arzobispo greco-católico melquita de Homs, Jean Abdo Arbach, y él dijo allí que era la primera vez que le invitaban a poder hablar y dar voz a lo que se estaba viviendo en la ciudad de Alepo. ¿Cómo es posible que dentro de la propia Iglesia pasemos cinco años sin saber o sin querer saber qué pasa allí? Hoy mismo hay cristianos que son asesinados y sin embargo estamos con los ojos cerrados, enrocados en el buenismo.

¿Cómo se vive el día a día en la guerra?
Falta de todo. Se vive al día porque hay carencias de todo tipo: agua, combustible, medicinas o electricidad. Cada día escuchas historias de feligreses que han muerto o incluso que se han suicidado: no hay familia en la que no haya por lo menos un muerto. Recuerdo un momento especialmente trágico en el que bombardearon el cementerio de los cristianos. Claro, imagínate tú el trauma de no poder enterrar a tus muertos. Además, los musulmanes sacaban los cuerpos de las tumbas y los exhibían para atemorizar a la comunidad cristiana. También es una imagen muy potente la de las aves carroñeras que de un tiempo a esta parte han comenzado a sobrevolar la ciudad en masa.
¿Podemos hablar entonces de persecución?
Sí, pero no es algo nuevo. Son ya 1.400 años de persecución del cristianismo por parte del mundo islámico, y es moneda de cambio en todos los países árabes. Hoy todo el mundo habla de las causas geopolíticas del conflicto, pero el aspecto religioso es fundamental. Es sintomático en cualquier caso que el gobierno de Bashar el Assad, aun siendo islámico, se aleja de la aplicación estricta de la sharia como sí hacen países como Arabia Saudí.
¿En Occidente se explica bien lo que está pasando en Siria?
No, y es muy sencillo el porqué: no se quiere hablar del tema de forma seria y honesta, porque hay muchos intereses de ambos lados. Es muy diferente lo que hemos vivido allá y la versión que llega a través de los medios oficiales.
Las aves carroñeras sobrevuelan en masa la ciudad de Alepo desde que empezó la guerra
Decía el padre Benoca el otro día que para un cristiano es mucho más difícil que para un musulmán venir como refugiado a Occidente, ¿por qué?
Porque en los canales oficiales o ilegales se les ponen trabas objetivas: los cristianos no van a los campos de refugiados, por ejemplo, porque allí son violentados. Lo grave es que todavía hay organizaciones católicas que cierran los ojos a esta realidad.
¿Crees que los refugiados son una especie de “caballo de Troya” del islamismo radical?
Bueno, la crisis de refugiados es real, mucha gente tiene que huir por esta situación. Por otro lado, el mundo islámico tiene -como te decía- catorce siglos de tradición de persecución al cristianismo y voluntad de conquistar Europa, hay intereses.
¿Cuál crees que es la solución?
Como católicos, lo primero es la caridad, ayudar al prójimo. Y a la vez, con todo lo confusa que es la situación, al tiempo de ayudar, preguntar.

Es sintomático que en los países de mayoría musulmana un cristiano –un infiel- no puede vivir, ¿el islam es una religión de guerra?
El que es honesto, sincero, de recta intención y preciso en el estudio del islam a través de la historia se da cuenta de que eso es inherente al islam: en los libros, en los textos, en la vida de Mahoma, cualquiera que no venere el nombre de Alá merece ser exterminado.
¿Qué ha pasado con la fe de esos cristianos que llevan años de persecución?
La persecución crea hábitos que Dios fortalece y hace crecer. Cada vez uno se sorprende más de la cantidad de cristianos que no niegan a Cristo.
Cualquiera que no venere el nombre de Alá merece ser exterminado
¿Crees que es casualidad que hace tres o cuatro años la persecución de los cristianos haya saltado a los medios?
Dado el ateísmo rabioso de Occidente, dada la mediocridad y la decadencia que vivimos en la propia Iglesia, tal vez Dios esté permitiendo esto para hacernos reaccionar.