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«La libertad absoluta no existe, es una quimera» Alessandro Mini (I)

Alessandro Mini nació en Italia, pero se doctoró en Derecho en Barcelona y estudió Filosofía en México, donde ha trabajado en el Tribunal Eclesiástico de la diócesis de Yucatán en México. Su otra vocación es la enseñanza universitaria, y ha impartido clases en la Universidad de Anahuac -también en México-, en Canadá y, actualmente, en España, en la Universidad Abat Oliba CEU. Nos citamos con él en el rincón más tranquilo que encontramos de una cafetería alejada del bullicio para poder hablar largo y tendido sobre la libertad. Entre café y café os dejamos con la entrevista:

[Jaume Vives, Guille Altarriba]

El hombre siempre ha reflexionado sobre la libertad.

Sí, el concepto de libertad lo encontramos esbozado en la filosofía de diversas maneras: va unido a la idea que uno tenga de hombre. Yendo a la cuna de la especulación en Occidente, la antigua Grecia, encontramos ya varias tendencias. Desde el relativismo sofista –“el hombre es la medida de todas las cosas”, que decía Protágoras- al materialismo –una libertad, por tanto, determinista-, pasando por otras más espiritualizadas o racionalizadas.

¿Por ejemplo?

Parménides, que parte de una teoría del conocimiento que concibe la razón como única fuente de verdad. Sin embargo, más allá de toda esta diversidad encontramos a los dos grandes pensadores griegos: Platón y Aristóteles. En este último podemos enmarcar el concepto de libertad filosófico que subyace en el pensamiento cristiano, unido a una cierta concepción del hombre y de la metafísica.

¿Qué concepción?

Aristóteles descubre la existencia del alma como principio vital de todo aquello que es viviente, aunque no encontramos en él una comprensión de la inmortalidad del alma tal como se presenta en la filosofía cristiana. El cristianismo hereda la tradición griega realista: la asume y la pule con grandes pensadores como San Agustín y Santo Tomás.

Alessandro Mini entrevista libertad filosofia Diario El Prisma

Muchos consideran hoy esta concepción algo desfasado…

Sí, posteriormente a ellos encontramos autores que encierran la libertad en sus concepciones de la razón y del hombre. La libertad queda unida a concebir de la voluntad como algo omnímodo, sin más límites que aquellos que el propio sujeto o la propia sociedad quiera marcar.

¿Qué papel tiene la voluntad en la concepción clásica de la libertad?

La visión realista asimilada por la filosofía cristiana entiende la libertad como una característica de ciertos actos voluntarios: libertad y voluntad van unidos, de forma que la mayoría de nuestros actos voluntarios son actos libres. Pero hay alguna limitación, lo que nos permite tomar conciencia de que la libertad absoluta es una quimera.

¿Una quimera en qué sentido?

De primeras, simplemente echando un vistazo a nuestra composición corpórea vemos que no podemos hacerlo todo: por mucho que nos lo propongamos no podremos volar sin ayuda, por poner un ejemplo tonto. Elevándolo a un plano más teórico, pensemos en la tendencia necesaria que tenemos hacia algo que percibimos como bueno. Independientemente de que el objeto de nuestra voluntad sea realmente bueno, para quererlo hemos de concebirlo como tal: esto no deja de ser un límite a nuestra libertad. No podemos querer aquello en lo que solo y exclusivamente vemos mal. Otra limitación es nuestra tendencia necesaria hacia la felicidad, algo de lo que tampoco podemos prescindir: la voluntad tiende en último término siempre a la obtención de la felicidad.

La tendencia necesaria hacia la felicidad es una limitación a la libertad»

La pregunta previa que hay que responder entonces es ¿qué es la voluntad?

Es una tendencia de orden racional que se encuentra en el hombre, y por tanto –como la libertad- implica cierta concepción del hombre. En la filosofía cristiana, el hombre se concibe como un ser vivo dotado de una naturaleza a la vez corpórea y espiritual, lo que entronca con la filosofía clásica que entiende el alma como un principio vital: todos aquellos seres dotados de vida están dotados de alma.

¿Cómo llegan a esta conclusión?

Por la observación: ven que hay cuerpos que están vivos y cuerpos que no. Los antiguos se preguntaban el por qué de este fenómeno, y concluyeron que no podía ser un principio corpóreo: que un cuerpo esté vivo o muerto no depende de que sea cuerpo, sino de algo más porque, si no, todos los cuerpos vivirían. Llegan a la conclusión que ese “algo” no es de naturaleza corpórea sino inmaterial, y es el elemento que tradicionalmente se ha venido considerando “alma”.

Entonces, para los griegos ¿las plantas también tienen alma?

Hacían la diferencia entre los distintos tipos de alma: vegetativa, sensitiva y racional. Esta distinción se debe principalmente a que las operaciones que realizan unos seres son de diferente naturaleza que las de otros: no es lo mismo lo que hace un vegetal que un animal o un humano. En el hombre encontramos operaciones vegetativas –como la circulación de fluidos-, sensibles –la operación de ver- y algunas de carácter superior: el conocimiento racional, que está relacionado con la libertad. Gracias a su carácter racional, el hombre es capaz de conocer la quidditas de las cosas

Alessandro Mini entrevista libertad filosofia Diario El Prisma

¿La quidditas?

Es un término técnico que viene del latín Quid est res (“lo que la cosa es”) y viene a significar la esencia de algo, pero una suerte de esencia borrosa: es comprender lo que algo es pero sin saber a la perfección lo que hace que esa cosa sea lo que es y no otra cosa -lo que se conoce a través de las ciencias-. La voluntad se despierta a través de este conocimiento intelectual: el hombre quiere aquello que el entendimiento presenta a la voluntad como bueno. Ahora bien, así como existe error a la hora de conocer, también cabe que la tendencia que llamamos voluntad esté viciada: que se presente como bueno lo que es malo. En cualquier caso, hablamos de tendencias elícitas.

¿Elícitas?

Despertadas por un conocimiento. Las llamamos así para diferenciarlas de otras tendencias “automáticas” o naturales, como la de un objeto pesado hacia el suelo. En el caso del hombre no solo hay conocimiento sensible sino también una tendencia racional que corrige el agrado. Es la distinción entre el deseo de querer y la tendencia hacia aquello que se concibe como bueno. La distinción aparece con mayor claridad cuando nos gustan cosas que deseamos pero que entendemos que no nos convienen.

En todo esto, ¿dónde interviene la libertad?

La primera cuestión es dilucidar si existe la libertad. La filosofía clásica y cristiana defienden la existencia de la libertad, y hay argumentos. Uno es de base psicológica: gracias a la experiencia que tenemos de pasar de un estado de indeterminación a hacer o no hacer un acto. Salgo de ese estado –penoso y largo a veces- porque lo he decidido: soy yo quien pone fin a ese estado de indeterminación, y esto es un testimonio de la existencia de la libertad.

Soy yo quien pone fin a ese estado de indeterminación: es un testimonio de la existencia de la libertad»

¿Y alguien que nunca haya hecho esta experiencia?

Es posible que lo haya, alguien que simplemente se haya dejado llevar, pero el psicológico es un argumento que puede servir en la generalidad de los casos. Hay otros que también son válidos en cierta medida.

¿Por ejemplo?

Un argumento común, usado mucho incluso en contexto eclesiástico, es el del consentimiento general de los pueblos. En todos los pueblos encontramos prohibiciones, pero ¿qué sentido tiene prohibir o castigar? Si tuviéramos conciencia de que no existe la libertad, cualquiera que cometiese un crimen estaría determinado a ello y por tanto castigarle sería absurdo. La existencia de premios y castigos supone la concepción de la existencia de libertad en los pueblos. O las exhortaciones: ¿para qué exhortar a las personas a que hagan o dejen de hacer algo si partimos de una concepción del hombre que supone la ausencia de la libertad? Sin embargo es un argumento defectuoso, porque lo único que demuestra es que en todos los pueblos, en todos los tiempos, ha existido la concepción de la existencia de libertad, no demuestra la libertad en sí.

Alessandro Mini entrevista libertad filosofia Diario El Prisma

¿Cómo podemos demostrar que la libertad existe?

Entendiendo que la voluntad tiene por objeto el bien, tiende hacia aquello que el entendimiento le presenta como bueno. Si el entendimiento le presenta a la voluntad algo como un bien absoluto, sin nada de mal, la voluntad tenderá hacia ese bien, pero en la medida en que el entendimiento es capaz de distinguir en cada cosa sus aspectos positivos y negativos, la libertad siempre está indeterminada con respecto a cada bien concreto. Esto explica, por ejemplo, que Dios –el bien absoluto- pueda no ser querido por los hombres, porque a pesar de lo que es en Sí mismo, para los hombres -en nuestro estado de vida- no deja de ser una idea: soy libre con respecto de querer a Dios porque ahora mismo es una idea.

La libertad, por tanto, es falta de pre-determinación…

Sí, en la falta de determinación de la voluntad. Al final decidimos hacer las cosas porque queremos hacerlas, no porque estemos pre-determinados a hacerlas: tras un tiempo de indeterminación más o menos largo en que sopesamos los pros y los contras, acabamos decidiéndonos por una opción u otra.

Pero no la voluntad no es infalible.

No, claro: hay tendencias rectas y tendencias viciadas: ¿el vicio a qué viene? A querer algo que se conoce como bueno que en realidad es malo. La filosofía griega y la cristiana hablan de que el hecho de que podamos querer algo malo no es un síntoma de perfección –del mismo modo que tampoco lo es el que ser capaz de equivocarse-, sino de lo contrario. En última instancia todo se reduce a querer lo que es realmente bueno, porque la libertad es lo que permite a la voluntad querer lo bueno, y lo contrario es someter la libertad a las pasiones.

PUEDES CONTINUAR CON LA 2ª PARTE DE LA ENTREVISTA EN ESTE ENLACE: «Hoy en día se abusa de una falsa idea de libertad de expresión»

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