Emilio Pérez de Rozas es, en palabras de un buen amigo suyo, un periodista de raza. Desde la cuna mamó el amor por contar a la gente historias que le pasan a otra gente, y esta máxima la ha puesto en práctica durante 45 años en El Periódico, la SER, El País o el Sport, entre otros. Dicen de él que es uno de los periodistas deportivos más grandes de nuestro país, pero tras hablar con él esa etiqueta se queda corta. – (entrevista por Guille Altarriba y Jaume Vives)
En primer lugar, ¿de qué no puede prescindir un periodista?
Siempre se dice que para ser periodista hay que estar muy preparado, que hay que saber inglés, que hay que ser curioso y perseverante… y todo eso está muy bien, pero lo único fundamental es tener pasión por lo que hacemos. Si no hay pasión, todo lo demás no sirve para nada.
¿Pasión en qué sentido?
Pasión no es estar en la redacción para calentar la silla, esperando a que te digan qué hacer. Es no empezar a removerte inquieto a las 9 de la noche porque te quieres ir a casa… Si has escogido esta profesión creyendo que podrás ir a cenar cada día a casa a una hora decente, la has cagado. Si has escogido una novia que espera que vayas cada día con ella al cine, o a pasear, también la has cagado.
Hay quien dice que esta visión del periodismo es muy romántica, pero que ya se ha perdido…
Ya no estamos en manos de gente que ama los medios sino que nuestros jefes son los bancos, cierto, pero los periodistas seguimos al pie del cañón. Como dijo el director del diario italiano La Repubblica, el periodismo “es gente que le cuenta a gente cosas que le pasan a la gente”. Si eso no lo haces sin importar a qué hora te vas a casa y sin que tu mayor preocupación sea si cobras más o menos, eso no es periodismo. Tendrás un trabajo cojonudo, pero no será periodismo. Y si el periodismo genuino se está perdiendo no será por falta de temas, porque la noticia está en la calle, solo hace falta pasearse un poco.
Sin pasión es imposible vivir esta profesión
¿Algún ejemplo?
Mi padre, además de ser un fotoperiodista excepcional, fue quien trajo el béisbol a Barcelona, y por eso el campo de la Villa Olímpica se llama ahora Carlos Pérez de Rozas. Siempre que puedo, voy allí los fines de semana a ver un partido, y un día vi en un parking de tierra a un grupo de familias enteras de sudamericanos jugando a béisbol. Pero no jugaban en broma, sino de verdad, a ganarse, y en los coches la música a todo volumen.
¿Por qué estaban allí en lugar de en el campo que tenían al lado?
Me dijeron que el campo de verdad les pedían un dineral para alquilarlo y que por eso habían ocupado ese espacio. Cuando volví a El Periódico, justo detrás del edificio de la redacción, vi una pista de básquet y un grupo de chavales jugando con la misma intensidad. Un profesor americano que había allí haciendo de árbitro me dijo que si de verdad quería flipar tenía que ir a la Blanquerna a ver a los filipinos.
Y usted fue, supongo.
Claro, y lo que vi fue a unos tíos de 1’35m que volaban, pero de verdad. ¡Vuelan que te puedes morir! Un tiempo después, me encontré un grupo de pakistaníes jugando al cricket cerca del tanatorio. Uní los puntos y de ahí me salió un reportaje sobre gente que está jugando en la calle. Fui a El Periódico, lo puse sobre la mesa y les dije: “Mirad, en esta ciudad pasa esto”. Pero cuando, cumpliendo con lo que se espera de un periodista, quise mostrar todas las caras de la noticia, el reportaje se me torció.
¿Por qué?
Cuando hablé con el Ayuntamiento, la jefecilla que me atendió allí hablaba muy mal de esta gente, al menos al principio. Me contaba que los ecuatorianos que juegan a vóley en las plazas han montado una mafia y cuando se reúnen acaban todos borrachos estrellando coches entre sí. Hablé también con los de la sección de Sociedad, y me hicieron ver que esta gente hace esto porque viene de unos países donde hacen la vida en la calle.
¿En qué sentido?
Aquí estamos acostumbrados a vivir de puta madre en nuestras casas o en las de nuestros amigos, pero allí es diferente, y se lo traen con ellos. En definitiva, esta historia de integración es un ejemplo de lo que creo que ha de ser la actitud del periodista. Sin esta pasión es imposible vivir de esta profesión, aunque hay que respetar también los procedimientos.
¿Algún otro caso que haya vivido en el que la noticia estaba allí, esperando a alguien que la contase?
Me gustó mucho un reportaje que hice sobre el Hospital Clínico de Barcelona. Salió un día una estadística que lo situaba como el segundo mejor hospital de España, y a la vez salió otra información diciendo –y con razón- que esa encuesta estaba mal hecha y que el Clínico en realidad era el primero. Los del suplemento dominical de El Periódico decidieron dedicarle un reportaje, y me pidieron si en 48 horas podía tener listas siete entrevistas con los siete mejores médicos del hospital, que además están en estos momentos entre los 50 mejores médicos del mundo.
¿Lo consiguió en tan poco tiempo?
Fui allí a las ocho de la mañana y esperé en un banco hasta que llegó una señora que se empezó a poner nerviosa en cuanto le conté mi idea. “Uy uy uy esto hemos de hablar con el doctor Tal que es el jefe de Comunicación y…”. Cuando llegó este doctor, le expliqué que esta era una oportunidad cojonuda para que los catalanes fardáramos de hospital y, aunque tuve que ponerme firme e insistirle para convencerle de que era la oportunidad de la vida para el Clínico de salir a ocho páginas en El Periódico, al final conseguí que me organizara las entrevistas.
Es un tío que salva niños en el vientre de su madre… ¡ese tío sí es Dios y no Messi!
¿Salieron bien?
Fueron maravillosas. Yo estoy acostumbrado a Valentino Rossi, a Leo Messi, a Rafa Nadal… y todos esos no eran nada comparado con los del Clínico. Estos médicos sí que son Dios: entre ellos estaba el número uno del SIDA, el número uno del cáncer, el número uno del hígado, el que se hizo cargo del ébola… y me recibieron encantados, me dieron un cuarto de hora que con alguno acabó siendo una hora entera hablando y además, cuando salió publicado, han sido los únicos entrevistados de mi vida que me lo han agradecido. Los demás, estos deportistas de élite, no te hacen caso. Salen a la una y cuarto del entrenamiento en el coche en plan “No, no, que tengo cosas que hacer”. ¿Pero qué van a tener que hacer, si hasta el día siguiente a las nueve que vuelvas a entrenar no hacen nada?
Visto así, sí…
Mira, uno de los doctores que entrevisté opera fetos dentro de la barriga, y cuando me lo contó fue increíble. Es un tío que coge bebés que van a morir y que no han nacido aún ¡y los salva! Es grandioso, y mucho. A su lado Messi no es nada, y lo fuerte es que este médico no se creía que la entrevista fuera a salir, que pensaba “¿a quién le interesa nuestra vida?” Pues son historias que hay que contar, eso es el periodismo, y yo llevo mamando esta puta locura desde que era un bebé.
Lee la PARTE 2 de la entrevista!