Nuestro protagonista de hoy ha sido el jefe skin más joven y temido de España. Vive en Madrid y es el pequeño de los hermanos. Toda su infancia y adolescencia fue a un colegio de curas. Su familia es de clase alta y nunca le faltó de nada, tuvo los privilegios que quiso. Solían castigarle en clase, tal y como el dice “era un ganso orgulloso de serlo”, si montaba alguna cosa le gustaba que llevara su marca, que la gente supiera que había sido él, no le importaba que le pillaran.
Empieza por el principio…
A los 11 años me quedé como estoy ahora en estatura, y al volver al cole después de unos meses de estar pachucho llegué como el rey del mambo por mi corpulencia y porque ya me gustaba hacer el ganso. Empecé a ser conocido en el colegio. Además me gustaba mucho el deporte, he hecho fútbol, taekwondo, deportes de riesgo…
¿Qué pasó entonces?
Empecé a fijarme en los que estaban unos cursos por encima y lo más importante es que los mayores empezaron a mirarme a mí y me buscaban a mí, querían que entrara en contacto con ellos. Enseguida entré en este círculo y con 11 años es una auténtica pasada que te estén mirando los mayores y poder entrar en sus conversaciones, que te hicieran caso. Te hacían caso no para quitarte el bocata sino para estar contigo.
El matón de clase…
Con 11 años, a la salida del colegio, un día me invitan a dar un paseo por Madrid, por el centro, cerca del Palacio Real y de Moncloa. El que llevaba un poco el cotarro del asunto nos empezó a enseñar la magnificencia de la construcción española y toda esa zona cargada por aquél entonces de una gran connotación franquista, nos querían hacer comprender la grandeza de la cual descendía España. Nos fueron explicando lo que había supuesto España para la historia. El gran imperio en el que no se ponía el sol, los tercios de Flandes, etc…
¿Qué supuso eso en tí?
Al final, después de todo esto, uno acaba maravillado. Yo, sin embargo, ya había cosas que conocía desde mi infancia.
Carai, ¿y cómo continúan tus andadas cuando todavía eras un crío?
Días después de esta primera excursión me llevaron a dar un paseo por Madrid, pero en vez de ir por la zona de Moncloa nos llevaron por los bajos de la plaza de España. Allí hay un sitio con un falso techo por donde pasan los coches, donde por ese entonces empezaron a llegar los primeros negros y luego por esa zona viven también muchas personas en la calle. Nos enseñaron esta zona y subimos por la Gran Vía, que por aquel entonces no estaba como ahora, había mucha prostitución y en las calles aledañas subiendo a la derecha se vendía la droga del momento, la heroína, y subiendo a la izquierda la cocaína.
¿Qué pasó entonces?
Nos metimos por una calle y en el portal de una casa nos encontramos a un vagabundo durmiendo con sus cartones. El que nos acompañaba nos preguntó: “¿qué haríais si os encontrarais con este hombre durmiendo en la cama de vuestra madre?” Yo lo tuve claro, en la cama de mi madre el único que entra es mi padre y en segundo lugar este tío no entra en mi casa. Entonces me miró y me preguntó: “¿Y qué crees que piensa tu madre patria teniendo a un tío como este durmiendo en ella?”. Yo lo tuve claro, a este tío hay que echarle de España, hay que echarle de la que ha sido “una, grande, limpia…”.
¿Cómo continuó el adiestramiento?
Días después me dieron un bate a la salida del colegio y nos fuimos a una calle muy cerquita, al lado del Corte Inglés de Princesa, donde hay dos colegios y una parroquia con bastante actividad. Eran las 5 de la tarde y había mucho movimiento pero fuimos a un cajero y me dijeron: “queremos que deje de ser un cajero”. Cogí el bate y dejó de ser un cajero. En mi ingenuidad pensé que iban a salir billetes pero no salió nada. Vieron que yo era tonto y entonces me invitaron a formar parte de lo que en Madrid en estos momentos estaba llegando. Ahora la gente lo conoce todo como los skins –los skins vienen después-, pero eso era en los 90 y lo primero que llega a Madrid pasando por Alemania y Francia y luego Barcelona es una unión entre la ideología nazi y la estética y el modo de hacer del Régimen Franquista y la Falange Española.
¿En qué consistía?
Madrid se dividía en zonas y en cada zona había una patrulla que se encargaba de limpiar las calles de Madrid de personas indeseables. La calle, antes, estaba controlada por diferentes tribus urbanas enfrentadas y mucho más marcadas que hoy día, que se ha convertido en una moda mucho más estética. En esos momentos era un modo de vida. Había bares, calles, zonas que tu sabías que si eras por ejemplo un “rocker” no podías pasar por la zona donde estuvieran los “mods” que luego pasaron a ser los góticos.
¿Y aparece entonces esta nueva “tribu urbana”?
En ese contexto aparece en Madrid una tribu urbana llamada a hacerse la reina de la calle. Con 11 años entré a formar parte de esa patrulla y ahí empieza un adiestramiento, un modo de hacer. Yo estaba fascinado porque me enseñaban no solo artes marciales, también a manejar armas. Además yo soy ambidiestro por lo que tenía mucha más facilidad para utilizar por ejemplo esos famosos palos unidos por una cadena o las mariposas, que se llaman mariposas porque hay que bailarlas para acojonar al personal. A mi esto me fascinaba. Empezaron a presentarme a chicas y a ofrecerme cigarrillos. Me sentía genial. Yo ya sabía que era genial porque me lo decía mi abuela, pero claro, era mi abuela. Cuando empezaron a decírmelo en la calle dije: “vaya, que razón tenía mi abuela”.
Pasaron los años y…
Con 13 años, el día de Reyes, me llamaron y me hicieron un regalo. El grupo había crecido bastante los últimos 2 años y medio y me ofrecieron ser el jefe de patrulla de la zona de Moncloa y esa zona es como el culmen de la ultraderecha. La zona nacional por excelencia, por donde entraron los nacionales en la guerra. Así que de repente me encuentro que con 14 años soy el rey del mambo. De la noche a la mañana me convertí en el jefe de patrulla más joven de España. Me convertí en el mimado, no me faltaba absolutamente de nada. Paseaba por Madrid y podía hacer lo que me viniera en gana. Estaba siempre con gente mayor de edad, gente mucho mayor que yo, algunos de 30 y pico años que estaban bajo mi cargo.
¿Cuál era tu función?
Yo recibía unos folios con fechas, nombres y direcciones y tenía que preparar esa limpieza de mi zona con la gente que estaba en mi patrulla. En este mundillo todos los días tienes que demostrar que eres el más fuerte. Si alguien no hace lo que se le ha mandado tu función también es asegurarte que es verdaderamente aleccionado. Vives con una tensión muy grande. A partir de este momento mi vida se convierte en un verdadero infierno.
¿Por qué?
Es la consecuencia de empezar a caminar hacia la muerte. He hecho de todo menos matar porque Dios no ha querido. Y no solo eso sino que he enseñado a hacer determinadas cosas. A la luz de esto mi vida empieza a caer en picado, mis estudios empiezan a caer en picado, empiezo a amenazar a mis hermanas, la mayor se entera de donde me estoy metiendo, me lo dice a mí y a mi padres y entonces la empiezo a amenazar a través de su novio que iba a mi colegio. Le decía que si quería seguir teniendo novio mejor que no dijera nada, porque de lo contrario el novio podía caerse por las escaleras y deformarse la cara.
¿Fueron a más las amenazas?
Empecé a amenazar a profesores y sacerdotes y empiezo a estar en todos los ámbitos de mi vida con una gran tensión para que no se sepa absolutamente nada de mí, para que no se sepa a lo que verdaderamente yo entrego mi vida. Empecé a hacer de todo y llegaba a casa marcado todas las semanas con heridas y roturas. Hay heridas que puedes disimular, pero que llegues a casa con 15 puntos de sutura, algo que se ve perfectamente que es un navajazo y un desgarro, no se puede disimular. Mi padres me decía que sabían que era un bruto pero lo que tenía no era de hacer el bruto jugando, lo que me estaba pasando iba más allá. Mi carácter además cambió y se volvió sombrío, muy sombrío.
¿Cómo era la relación con tus conocidos?
La gente me tenía miedo, se apartaba de mí. Algunos pensaban: “si no soy negro, si no soy prostituta, si no soy un inmigrante, conmigo no se meten. Yo que soy blanquito, así muy clarito, no se van a meter conmigo” pero esto es una leyenda urbana porque si van a por ti van a por ti. Si eres molesto por lo que sea o no quieres entrar a formar parte de lo nuestro eres una persona non grata y hay que echarte. Esto en el papel puedes entenderlo pero cuando estás haciendo según que limpiezas empiezas a destrozar lugares con personas que tu conoces y que te conocen desde niño.
¿Recuerdas algún caso concreto?
Recuerdo el caso de una panadería cerca del colegio donde desde pequeños todos los viernes nuestra madre nos compraba un bollo. Regentaban esa panadería un matrimonio mayor, y hubo un día que como no querían pagar tuve que destrozarles el local y ver la cara de este matrimonio al que conocía desde niño y que me conocía desde niño, sabía donde vivía y cómo me llamaba, me dejó destrozado a mí, con esto vete luego tu a dormir. Vete tu a dormir después de que un pobre hombre de 30 años con su mujer y sus hijos al lado se ponga frente a ti de rodillas suplicándote perdón y tu no tener ningún inconveniente en patearle la cara.
¿Podías cargar con eso?
Lo que no te dice nadie es como conseguir dormir después de hacer esto. Vas a la cama con una agresividad grande y no puedes decir: “vamos, ahora duermo”. Tuve que empezar a tomar alcohol y sustancias para poder dormirme y también para poder levantarme y aparentar que a mi no me afectaban estas cosas, con lo que yo era un auténtico polvorín.
¿Y tu familia?
Pasan los años y llega un verano en que mis padres me dicen que mis hermanas se quedarán en Madrid y que yo me vaya con ellos de crucero. Yo no tengo ningún problema en ir, hay muchas chicas en bikini. Luego descubro que a estos cruceros va el inserso y poco más. Nos fuimos y cuando me encontré el percal me quise echar para atrás pero ya era tarde. Por suerte ya estábamos en septiembre y se acercaban los exámenes de recuperación. Yo pensé que volveríamos pronto para estudiar pero el crucero se alargaba y mis padres no me decían que estudiase, no me decían nada. Yo me empecé a mosquear porque se hacía difícil hacer un seguimiento desde el crucero, era un mundo prácticamente sin internet y sin móvil. Ahora sería muy diferente. Y claro, en un barco, para hacer llamadas, podías hacerlas desde el camarote pero todo pasaba luego a la factura de mis padres así que la forma de disimular mi gran número de llamadas a España era hacer las llamadas en las escalas. Esto me empezó a poner nervioso y en Estambul les dije a mis padres que me volvía solo a España. Mi madre me dijo que vale y me dijo entonces que me habían apuntado en un instituto público de un pueblo de Madrid. No me gustó nada el nombre de ese pueblo, que por entonces no conocía, ni tampoco la idea de un instituto público, que para mí era donde iban los pobres.
¿Qué hiciste entonces?
Yo, señorito de Madrid, yo, jefe de patrulla, yo, que ya era el rey del mambo en Madrid, no quería ir al instituto, iba a ir Rita la cantaora. Al día siguiente volvía a España. Mis hermanas se habían quedado en Madrid para preparar las matriculaciones en el instituto y dejarlo todo listo. Cuando llegué con mi madre al instituto para que me presentase ella intentó vender el producto como pudo. La jefa de estudios, que tenía muy mala uva, le dijo a mi madre que por las faltas de asistencia no se preocupara, que cuando acumulara 40 llamarían a casa. Eso era todo un lujo, tenía dos meses de margen y eso me abrió los ojos. La idea del instituto ya no me parecía tan mala. Mi padre me llevaba en coche hasta el sitio donde se cogían los autobuses y yo me bajaba en la parada siguiente, jamás había cogido un transporte público, yo no conocía hablar con gente un nivel inferior a mí.
Vamos, que no pisaste el nuevo instituto…
En el instituto público me encontré gente disfrazada, pijos disfrazados de hippies y revolucionarios con camisetas del Che que luego tenían sus piscinitas. Un día mi padre me preguntó dónde iba por las mañanas y yo le dije que al instituto pero él me dijo que no, que allí ni me conocían, sabían de un matrimonio que llevaba a sus hijos y jamás me habían visto. De repente me encuentro con que mi familia me pone un guardaespaldas encargado de ir conmigo al autobús y esperarme en la puerta del instituto, luego me acompañaba de vuelta a casa y cuando entrábamos se cerraba la puerta. Si yo salía a hacer deporte o a pasear el perro también venía conmigo.
¿Las cosas cambiaron con el guardaespaldas?
La primera semana en el instituto me daba tanto asco que ni me senté, luego ya por el cansancio tuve que hacerlo pero como allí puedes poner tu pupitre donde quieras cogí el mío y me la puse detrás de todo, callado y sin hablar con nadie. Por aquél entonces ya tenía 19 años. En la clase había una chica que me gustaba bastante. Todos los días venía y me saludaba. Yo le ponía mis mejores poses y cuando se descuidaba no es que le pusiera mis mejores poses, le ponía toda la zarpa encima, es a lo que estaba acostumbrado con las chicas, pero ella no quería nada conmigo.
¿Y qué paso con tu grupo de la patrulla?
Con el tiempo en mi casa empiezan las amenazas porque se me hace imposible acceder a mi patrulla y sobre todo llevarla. Mi nombre cayó en desgracia por no ser capaz de adueñarme de mis padres y entonces me convierto en persona non grata, la gente recibe órdenes de matarme. Yo salía de casa con guardaespaldas, me insultaban, me tiraban cosas y empezaron a hacer pintadas en mi casa, a zarandear a mis hermanas.
¿Cómo lo vive esto tu familia?
Un buen día me llaman del instituto y me dicen que vuelva a casa que ha sucedido algo con mi familia. Mi madre había salido a comprar a El Corte Inglés y al salir le dieron una paliza y en una moto la fueron arrastrando por toda la calle hasta dejarla en el portal de casa. Cuando te enteras de eso te entra un sentimiento que no sabes canalizar, una mezcla de odio, rabia, incomprensión porque han sido tus amigos los que le han hecho esto a tu madre y una vergüenza tremenda porque no eres capaz de hablar con tu madre porque te dirá que es culpa tuya y que la dejes en paz. Yo no fui a verla hasta que mi padre un día me dio uno de los mejores guantazos que me han dado en toda mi vida y me dijo: “tu madre pregunta por ti y vas a ir a verla”. Fui al hospital, a la UVI, y vi a mi madre completamente intubada, en ese momento consciente, y lo que pensé que me diría es: “eres mayor de edad, lárgate, eres mayorcito, no hay quien te aguante y hasta aquí hemos llegado” y lo que me encontré fue una mujer que me miró y me dijo: “hijo, no dejes los estudios”. No me dijo nada más, solo eso.
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