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Cuando no hay refugio

Hay varias formas de “verlo”: extranjeros que se van a instalar en nuestros países siguiendo un concienzudo sistema de cuotas, familias que huyen del horror de la guerra (civil, santa, religiosa: llamémoslo como queramos, independientemente del calificativo la sangre y el desgarro están presentes en todas, sin distinción de género), para otros son movilizaciones masivas en las principales ciudades de Europa con carteles y buenas intenciones. A veces pienso que los hashtags han conseguido alzarse como calmantes de conciencias, olvidando que lo que requiere la sociedad es más acción y menos twitter.

Pero facta sunt impositi, los hechos se imponen y la realidad no coquetea con las buenas o malas intenciones personales: lo cierto es que ya hace meses que se superaron los cuatro millones de refugiados de origen sirio, a lo largo y ancho del continente europeo (y en menor medida, del resto del globo). Pero, ¡ay, Europa! No se aclara, y mira Siria de reojo como si fuera un vecino lejano y casi desconocido. Curioso cuando menos, teniendo en cuenta que Siria está aquí mismo, en nuestras fronteras. Ahí, en el piso de enfrente, la barbarie campa a sus anchas, los derechos humanos son un término sin ningún crédito y la armonía social y política ha degenerado hasta el punto de que más de un quinto de su población ha decidido poner pies en polvorosa.

Fuente: Euronews
Fuente: Euronews

Mientras tanto, la noche del pasado lunes se cerraba la frontera Húngara con Serbia, para impedir el paso de más refugiados. Pero a la desesperación es muy difícil ponerle barreras, y se siguen buscando huecos (o virando el rumbo hacia la frontera con Croacia). No solo Hungría, también Polonia, Letonia, República Checa, Eslovaquia y Rumanía se han opuesto al reparto de cuotas que había propuesto Bruselas poniendo de acuerdo a Francia y Alemania. Puede pensarse que los políticos de estos países ven peligrar algo (identidad, mercado laboral, orden social) o que la causa debe buscarse en el subconsciente social, cosa que nos redirigiría a una xenofobia latente strictu sensu. Pero de lo que está claro es que algunos tienen muy poca memoria, tan poca que no alcanza ni a la última gran guerra que enfrentó a Europa en sus entrañas y provocó la huida, exilio y deportación de miles de europeos (¿es necesario remarcar el aún mayor daño que se produjo en la Europa del Este de aquella época?).

Como los refugiados de aquella tragedia, muchos de los sirios que vienen son personas formadas, con carreras universitarias, capaces en muchos sentidos. Muchos de nosotros tendríamos que envidiar el conocimiento de lenguas que tienen una buena parte de esos huidos: jóvenes que hablan español, jóvenes que hablan francés, jóvenes que—por supuesto—hablan inglés. El aporte intelectual, cultural y político es tremendo. Repito: como en la Europa de los años 40.

Me escribe una colega que está sobre el terreno, en Grecia. Trabaja en el ámbito humanitario, y la causa de los refugiados es su reto y sudor diarios. Allí, al pie del cañón, están desbordados. Ninguna autoridad es eficaz, me dice, el desorden cada día es mayor y las mafias son las más beneficiadas pues siguen haciendo negocio a costa de padres desconsolados y vidas en su tensión límite. Cada día los pescadores griegos recogen cadáveres de refugiados que no lo han logrado… El reflejo de Europa en su Mediterráneo es un reflejo de muerte.

El caso es que Europa, anestesiada, solo sale de su letargo cuando hay imágenes como la del famoso niño de la playa, Aylan Kurdi. No es serio. Algunas voces con autoridad y presencia, como la de la canciller alemana o la del Papa Francisco, ya han clamado. Surgen maravillosas iniciativas como la “Red de Ciudades-Refugio” propulsada por la alcaldesa barcelonesa Ada Colau. Maravillosa, sobre todo, porque implica a la esfera política local, “la más baja”, la más cercana al ciudadano: todo este embrollo no lo pueden ni deben solucionar (exclusivamente) los políticos. Ya es hora de que la sociedad civil se moje el culo. No podemos seguir cerrando los ojos ante la barbarie. Mientras se resuelve el conflicto en su origen acolchonemos el desenlace y evitemos que el drama siga en aumento… Europa, no te quedes en la anécdota, ni en la satisfacción superficial, recordando que para implicar a los otros primero debemos hacerlo nosotros mismos.

Fuente: El Diario
Fuente: El Diario

Acerca de Jorge Valero Berzosa


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