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An uncertain marriage

Pancartas y aplausos por toda Inglaterra, euforia de los conservadores británicos que acaban de tener unos resultados que ni las encuestas ni, si me apuras, los propios tories hubieran nunca vaticinado. Dimisiones por los cuatro costados: Nigel Faragge (UKIP), Ed Miliband (Partido Laborista), Nick Clegg (Partido Liberal Demócrata). Así pues, David Cameron ha vuelto, en solitario y omnipotente, a Downing Street. Todo en sus manos.

Y “todo” es mucho. Es más que evidente que las elecciones en Reino Unido van a tener repercusión en toda Europa. A estas alturas nadie está tan ciego como para no verlo. Que el Reino Unido es el “raro del grupo” tampoco es novedad. El eterno sí-pero-no con el que Londres lleva obsequiando más de cuarenta años tiene a Merkel, a Draghi y a todo Bruselas mirando con recelo al país de la Reina Madre.

Corre a cuenta de Cameron y su gobierno algo complejísimo: redefinir la identidad. Da el pistoletazo de salida el referéndum en el que los británicos decidirán si permanecen en la Unión Europea o si, por el contrario, prefieren soltarse de su mano. Los inmovilistas del escenario—por lo general, todo político asentado en el sistema—tienen la piel de gallina. “¡Cameron! ¡Primero organiza el cisco de Escocia y ahora esto!”. ¡Cuántos europeos ultraconservadores hubieran preferido la victoria del laborista, y no tener que enfrentar el desencadenamiento de una situación nueva! La incertidumbre nunca fue el invitado deseado en las relaciones internacionales.

Fuente: El País
Fuente: El País

Y es que Reino Unido pesa. Y mucho. En la dimensión económica, la que muchos creen como única existente (ay, la Unión económica Europea…), la City de Londres es rey de reyes. Como dato: cada día fluyen por ella, en activos financieros, casi dos billones de dólares o lo que es lo mismo: un tercio del dinero total que corre por todo el globo terrestre. Claro que Londres es Londres, y más que la capital de Reino Unido es la capital del planeta… Pero no es solo eso. El peso en el escenario internacional es también elefántico. Históricamente, el sempiterno imperio de ultramar ha sabido conservar sus influencias y conexiones con todo territorio que uno pueda imaginar. Todo esto sin hablar del golpe bajo que sufriría la UE si perdiera uno de los miembros permanentes y con derecho a veto en el seno del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas—¡ep! y viceversa: qué grata satisfacción y estabilidad para UK saber que cuenta con tan estrechos aliados en el círculo.

Tanto la Unión como UK deben hacer examen de conciencia. Ver por qué se ha llegado a esta situación. Para poder tender puentes: tenemos la estructura hecha, solo falta convicción y voluntad. Reino Unido debe alzar (deben dejarle alzar) la voz en las instituciones de la Unión, y se le debe dejar que asuma mayor parte de su impulso. Que se implique en el proyecto. Tanto económica como socialmente, es capaz de asumir un liderazgo que ahora mismo parece déspota por parte de Alemania e inexistente por parte de Francia. No debe verse como un colaborador ajeno: UK es uno de los pilares.

¿Dónde pone Londres sus ojos? En la UE, ahora mismo, parece que no. Y no lo harán hasta que resucitemos la cooperación y la diplomacia (en la cual los británicos son auténticos maestros). Una Unión flexible es cómoda y óptima para todos. De Reino Unido siempre soplan vientos nuevos, y no olvidemos que al envejecido continente le conviene quitarse la caspa de vez en cuando…

Acerca de Jorge Valero Berzosa