¿Y si me quedo embarazada?

Cuando una tiene dieciséis años y se queda embarazada no entiende nada. Myriam no tiene muy claro cómo ha pasado; no lo entiende, pero confía en Dios.

Cuando se lo dijo a su novio, los dos lloraron. Él es un chico muy bueno y también se le vino el mundo encima. Sobre todo porque el niño no era suyo. Era imposible, atendiendo a las leyes de la naturaleza, que fuera su hijo. Pero Myriam… Myriam era la chica más buena que había conocido jamás. Era buena, guapa, simpática, delicada, cariñosa, y limpia ¡tan limpia! Tan limpia que él no podía entenderlo.

Se sentía traicionado. Él confiaba en Myriam. Había puesto todo su futuro en sus manos. Todo su corazón era de ella. Todo. Y ella le había fallado. Pero él la amaba, eso era cierto. La quería con locura, y por eso pasaba las noches llorando, porque no entendía nada. No quería hacerle daño. No quería que hubiera habladurías. No quería que la gente se montara sus películas sobre ella. Pero ya no podían seguir juntos. Él no podía cuidar a ese niño.

Myriam pasaba las noches llorando de dolor al mismo tiempo, mientras se acariciaba el vientre, todavía plano, pero en el que sabía que albergaba una vida, un regalo de Dios. Ella no comprendía nada. Myriam quería casarse con su novio cuando llegara el día, y formar con él una familia, y quería tener hijos, ¡claro! Pero no así… Ella no lo había planeado así. Es verdad que dio su consentimiento. Ella había deseado con todo su corazón que él lo entendiera. Porque ella lo amaba también con locura. Pero las cosas habían pasado como habían pasado, y su novio la iba a dejar. Myriam lo sabía. Le había estado dando largas unos días, pero ella sabía que en cualquier momento él se iría… y ella se quedaría sola y con un niño a merced de las otras chicas de su edad, que hablarían, claro…

Él tomó la decisión esa misma noche. Quería demasiado a Myriam, pero después de aquello no quería volver a verla. Moriría de dolor. Se marchaba. Iba a dejarla, se largaba de ese pueblo y empezaría una vida desde cero. Además, si él se iba, Myriam sería para las lenguas sueltas una pobre niña engañada por su novio aprovechado, que la dejaba embarazada y que luego se piró del pueblo, seguro que para buscar otras mujeres en otros lugares… un cabra suelta, a pesar de lo buen chiquito que parecía. Pero aunque la mona se vista de seda…

Esa noche se durmió tardísimo, pero ya estaba decidido, repudiaba a Myriam y se iba de Nazareth. Pero esa misma noche <<se le apareció en sueños un ángel del Señor, diciendo: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que se ha engendrado en ella es del Espíritu Santo; y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados»>> (Mt 1, 16-25)

Myriam –María en arameo- abrazó a José como si fuera a exprimirlo. Comenzaban juntos una aventura de verdad. María, tu madre y mi madre, no es una estatua de mármol. Es mujer, ¡y qué mujer! Cómo sufrió por ser fiel a Dios. No se escandaliza de nada. Conoce el dolor. El mundo de hoy no es tan distinto al de entonces. María es nuestra madre de carne y hueso y es la Madre de Dios. En este mes de mayo no tengas miedo de pedirle. Te entiende y te ayudará. Es como tú. Y encima es tu madre.