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El equilibrio y la armonía

Gustave Thibon. El equilibrio y la armonía

Barcelona: Belacqua, 2005

Gustave Thibon

Gustave Thibon nació en 1903 y murió en 2001 en Francia.

Es considerado, junto a Jean Guitton, una de las mentes más clarividentes del pensamiento francés del siglo XX. Recibió el Gran Premio Literario en 1964 y el Gran Premio de Filosofía en 2001, ambos otorgados por la Academia Francesa.

Vivió siempre en la granja, propiedad de su familia; abandonó los estudios a los 12 años, para no volver a pisar ninguna institución académica el resto de su vida; fue el paradigma del sabio autodidacta. El propio autor se definía así: “un campesino que nunca ha abandonado su pequeña propiedad agrícola situada en la ribera del Ródano y sobre las primeras estribaciones de los Ardèches donde su familia se instaló hace ya tres siglos, y donde su hijo continúa su tarea secular.”

Se le conoce como el filósofo de la libertad. Estuvo dotado de una especial veta mística, viviendo al mismo tiempo, muy apegado a la vida de campo.

El estilo de Gustave Thibon  es de frases breves y rotundas, algunas de las cuales se han hecho célebres: “Quien rechaza ser la imagen de Dios será eternamente su mono de imitación”, “La verdad es, a menudo, una herida y casi nunca un bálsamo”, “Ama lo que te hace feliz pero no tu felicidad”, “Un Dios sin Iglesia es el principio de una Iglesia sin Dios”, entre otras  muchas.

Le unió una profunda amistad con Simone Weil, otra de las grandes del siglo XX, a quien acogió en su casa una temporada, compartiendo con ella experiencias espirituales e intelectuales, de las que ambos salieron enriquecidos. Eran dos almas profundas y de una sencillez exquisita.

 

El equilibrio y la armonía es una obra escrita en los años 70 del pasado siglo. En ella el autor explica cómo lograr en la vida el equilibrio y la armonía. Su valoración es siempre juiciosa y razonable, cargada de sentido común. Como hombre profundamente arraigado en el campo, la naturaleza es un tema recurrente en su obra,  amén de otros muchos: el progreso material, los paraísos artificiales, el bien, la sinceridad, la moral, la virtud, temas que trata siempre de un modo ameno a la vez que profundo.

Dejemos que sea  el mismo autor quien nos adelante el contenido del libro: “Todo gravita en este libro, alrededor de algunas primeras verdades a las que se califica desdeñosamente como ‘lugares comunes’. La palabra común es ambigua: significa trivialidad, vulgaridad, y evoca también la idea de comunicación, de comunión. El hogar, la fuente, la Iglesia, la patria, son lugares comunes. El ágora de Atenas donde enseñaba Sócrates era un  lugar común. Lo mismo ocurre con los tesoros de la sabiduría popular, cuyo sentido olvidamos en la medida en que conocemos demasiado bien su formulación. ‘Hay que volver a pensar los lugares comunes –decía Unamuno-, para librarlos de su maleficio’. Es preciso, por la reflexión, reencontrar la frescura, la fecundidad originales de estas pobres palabras envejecidas, esterilizadas por el pisoteo borreguil de la costumbre. El primer deber del filósofo es desempolvar las primeras verdades…” (Gustave Thibon)

Acerca de Maria Joana Vives