Xavier Prevosti es sacerdote. Guillermo Altarriba es periodista. El primero está estudiando en profundidad los fundamentos ontológicos de la libertad humana, mientras que el segundo -además de en El Prisma– piensa el cine en CinemaNet. Ambos vieron lo último de Martin Scorsese, «Silencio», y se sentaron frente a frente para desmenuzarla desde lo espiritual: ¿qué fe propone el italo americano en esta historia de jesuitas y mártires en el Japón feudal?
XP – Me parece una película ambigua.
GA – Totalmente de acuerdo, pero a mí me parece que –precisamente por ser ambigua- da pie a mucha reflexión, a plantearse temas interesantes. Está claro que no es una hagiografía del martirio: sería como coger “La Pasión de Cristo” y querer leerla como un documental sobre las costumbres del pueblo judío en el siglo I. No me parece que Scorsese haya tenido esta intención: “Silencio” es una película sobre las dudas de fe, sobre las preguntas que plantea el silencio de Dios.
XP – Estoy de acuerdo en eso, porque sales del cine haciéndote preguntas. Y desde luego da pie a debate: el hecho de que las críticas estén muy polarizadas lo demuestra. Ahora bien, no me creo que Scorsese solo quiera abrir debate. A su edad, y con todo lo que ha vivido, algo tiene que querer transmitir. Dentro de esa ambigüedad, me parece que sí se puede hacer una lectura de lo que es la fe, de lo que es Dios… Incluso de lo que es el martirio.
GA – Sí, pero vamos por partes. Comenzando por esto último, es cierto que hay un momento en que explícitamente se plantea un discurso sobre la fe de los mártires japoneses: cuando Ferreira, el apóstata que interpreta Liam Neeson, intenta convencer al protagonista de que los kirishitan –los cristianos japoneses- en realidad adoran al dios Sol y lo llaman Jesucristo. Y yo cuando salía del cine lo hacía pensando en que ya le vale a Scorsese burlarse así de la fe de los mártires… pero luego le di otra vuelta y caí en la cuenta.
XP – ¿De qué?
GA – De que este discurso no es el de la cinta, es el del personaje de Ferreira. Está él y enfrente el testimonio de los mártires: la pelota la tienes tú, es cosa tuya el cerrar el círculo y ver quién tiene razón.
XP – Sí, también veo eso de que el discurso de Ferreira no es el de Scorsese, y de hecho en el contexto de esa escena en concreto su postura es la del antagonista. En principio sus ideas no son lo que defiende la película. Aun así, la cuestión –más allá de cómo te posiciones tú- es ver la intención del director. Y en este sentido veo el problema en la representación de los mártires.
GA – ¿En qué sentido?
XP – El martirio tiene dos partes: un acto de fortaleza imperado por la caridad. Yo creo que Scorsese se queda admirado por la fortaleza en la heroicidad de esos mártires, porque resisten y aguantan, pero no consigue transmitir al espectador que eso lo hacen por esperanza en la vida eterna y con el gozo de la caridad, del amor a Dios. Esto es algo propio de las historias de mártires: que morían perdonando a sus verdugos, por ejemplo. La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos. En esta representación la fe aparece como una opción cultural a la que ellos son firmes y fieles, pero no se habla del Cielo, por ejemplo. Me falta ese horizonte, y eso es lo que hace crudo el retrato del martirio que se da en “Silencio”.
GA – Es verdad, pero creo que esto se da porque Scorsese realmente no entiende lo que es el martirio. No creo que sea una disculpa, pero parece que el director admira la firmeza de los mártires, pero no llega a comprender este fondo que dices.
XP – Lo cierto es que Scorsese deja ver una inquietud, busca. Y, de hecho, plantear preguntas es lo que mejor hace en “Silencio”, pero no posee las respuestas que da la vivencia auténtica de la fe. Me da la impresión de que, precisamente por esto, es una película útil para aquel espectador que nunca se ha planteado nada trascendente, pero al cristiano de a pie o al sacerdote convencido –como es mi caso- no le aporta demasiado.
GA – Yo creo que al cristiano “Silencio” le aporta otras cosas. En el aspecto del martirio es cierto que la reflexión viene más por substracción, en la reflexión posterior –como estamos haciendo aquí, aprender qué es el martirio viendo qué no es-, pero para mí gusto hay otros aspectos aprovechables.
XP – ¿Como cuáles?
GA – Veo por ejemplo dos temas. Uno, la importancia de los sacramentos. Aunque –igual que con el tema del martirio- creo que Scorsese no llega a entender el significado profundo, sí que es cierto que la forma en la que los japoneses suplican a los jesuitas recién llegados que les confiesen o que celebren misa puede remover conciencias aquí. En el sentido de que es fácil para un cristiano en Barcelona o Madrid dar por descontadas cosas, como los sacramentos, que otros esperan como agua de mayo.
XP – En esto estoy conforme. No solo la eucaristía y la confesión sino también el propio ministerio sacerdotal, los momentos en los que los protagonistas aparecen celebrando misa o confesando son para mí de lo más bonito de la película.
GA – Y el segundo tema que te decía es una escena en concreto: el diálogo que mantienen el protagonista, Rodrigues, y el inquisidor sobre la relación entre Iglesia y Estado. Abre el debate –que en la Historia ya se ha producido– sobre sí la religión ha de ser un instrumento estatal para mantener unido al pueblo o si, como proclama la Iglesia, la verdad es una –la buena nueva de Cristo- sin importar fronteras.
XP – Aquí ya discrepo. Estaría también de acuerdo, pero me falta que en la película quede menos ambigua la posición de Rodrigues, porque lo que dice y lo que hace no concuerda. Estaría conforme si por ejemplo al final, a pesar de haber cedido –por el bien de los campesinos cristianos, para que no les maten ni torturen-, siguiera confesando o bautizando, pero Scorsese lo deja todo muy abierto. Incierto.
GA – Sí, el final es problemático en este sentido. Lo que me molesta con el final –y la última escena, la de la cruz- es que parece que se esté defendiendo una fe solo íntima. Una fe sin manifestaciones externas, relegada al ámbito de la conciencia de cada cual.
XP – Ya, pero fíjate si el final es ambiguo que he leído alguna crítica que interpreta el final como un llamamiento a los cristianos que viven su fe en secreto para que salgan y no oculten su cristianismo. Mira, una forma en que la película habría sido redonda sería que la última vez que el japonés que traiciona a Rodrigues acude a él para confesarse, el sacerdote le dijera Ego te absolvo, como hace el resto de veces. Porque entonces, el pecador –el que ha apostatado- es quien habla en nombre de Dios.
GA – Sería una buena forma de cerrar el círculo, desde luego.
XP – Claro, porque entonces la pregunta central de la película, la de “¿por qué Dios no habla?”, se resolvería de forma clara si Rodrigues cediera y le confesara: a pesar de los pecados de uno y otro, el traidor reconoce en el protagonista su sacerdocio –por eso le llama “padre”-, que sigue siendo válido. Hubiera sido bonito porque aun habiendo sido Rodrigues débil, gracias a la fe de los pecadores, él recuperaría la fe y seguiría siendo sacerdote.
GA – Entonces tendría validez todo el discurso de Iglesia y Estado, además. En realidad, la película lo deja todo abierto, y plantea constantemente la duda de si Rodrigues y Ferreira han renegado de verdad o si siguen creyendo en su fuero interno. O la duda de si Rodrigues realmente escucha a Dios o son imaginaciones suyas, delirios de grandeza.
XP – Además de que cuando habla Dios, es para que apostate. “¡Písame, písame!”, se oye que le dice.
GA – Esta es otra: cuando salí de la película me surgía una duda. Si a un cristiano le plantean el dilema de, pongamos, pisar una tabla con la imagen de Jesús o ser fusilado, ¿cuál sería la opción moralmente correcta? Ya que eres sacerdote, te lo pregunto: ¿se podría realizar el signo externo como un formalismo sin renegar interiormente de Cristo?
XP – No, no se puede, es engañar. Cuando el otro te pregunta algo que no tiene derecho a saber, no estás obligado a decirlo: eso es restricción mental y no es mentira. Pero el otro sí que tiene derecho a conocer tu fe, porque es algo manifestativo, público, que debe ser conocido. Tiene derecho a que le presentes a Cristo, porque si no, puede que nadie les anuncie la buena nueva. Renegar de Cristo exteriormente pero no interiormente es una falacia. Por eso, en la película me parece que Dios queda reducido a lo que decías, a una opción de la conciencia. La fe se muestra como algo que no exige lo formal, sino que es una convicción interior, pero no es así. Lo exterior es signo de lo interior, y –aunque en un mundo relativista como el nuestro esto parezca absurdo- por un acto “exterior” se puede dar la vida.
GA – Ahí está el silencio del título, ¿no? El silencio de Dios.
XP – Si no tienes fe y no crees en la vida eterna, como parece que le pasa a Scorsese, el silencio de Dios es abrumador. Pero en realidad los propios mártires hablan de Dios: es ese hombre que está cantando el Tantum Ergo mientras está crucificado en el mar. Esa es la voz de Dios, porque no es normal: es la única escena en “Silencio” en la que se ve esperanza.
– Como conclusión: ¿un consejo para quién vaya a ver «Silencio»?
GA – Que no la vean como cualquier otra película, de salir del cine y ya. Que después de verla se plantee -aunque seguramente saldrá solo- un debate como el que hemos tenido aquí y se profundice en los motivos y razones de Scorsese en «Silencio».
XP – Que complementen el visionado de la película con leer algún testimonio auténtico o una historia real y bien narrada de la vivencia de los mártires, para no quedarse en la visión distorsionada que se da en «Silencio» y comprender en qué consiste realmente el martirio.