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«Aunque en el mundo no existiese el azar, la libertad del hombre se salva» Antoni Prevosti (II)

Ciencia y fe no solo se refieren a la causa del Universo o a la existencia de Dios, sino también a otros temas igualmente interesantes como la evolución o la libertad. De todos ellos y de más hablamos con el Director del Departamento de Filosofía Teorética y Práctica de la Universidad de Barcelona, Antoni Prevosti:

(Viene de esta primera parte)

Otro de los temas típicos al hablar sobre ciencia y fe es el de la evolución.

Pero la evolución no es una teoría, es un hecho.

Entonces, ¿por qué se continúa haciendo debate?

Por lo que tengo entendido, entre científicos no hay actualmente un debate interno. Lo que ocurre es que desde fuera de la ciencia algunos lo ponen en cuestión desde el creacionismo. Hay que señalar que en este debate entre evolucionismo y creacionismo, lo segundo no es lo acorde a la fe cristiana, sino que es una interpretación literal de la narración bíblica del Génesis presentada como una tesis científica. Es algo que se ha debatido mucho en los EEUU, en ambientes protestantes que encuentran inaceptable que el hombre venga del mono.

¿Inaceptable?

El hombre es capaz de pensar cualquier cosa, y toda postura encontrará alguien que la defienda. Lo cierto es que hay algunos argumentos que parecen científicos a favor del creacionismo, como el de que matemáticamente hablando se dice que  falta tiempo para que se haya podido dar la evolución. Pero son flojos, y el volumen de evidencias que tenemos que cuadran con la teoría de la evolución es muy superior a lo contrario.

Hablando del Génesis, he llegado a escuchar que el relato bíblico de Adán y Eva es tal cual así, y a mí me resulta difícil pensar que es más que una alegoría

Bueno, es un tema más teológico que filosófico, pero mi posición es que yo leo el texto bíblico y lo veo tal cual es. No me preocupa demasiado si Adán y Eva son dos personas o son representaciones de los dos sexos de una población inicial. Me da la impresión de que las dos interpretaciones son teológicamente aceptables, porque hay pasajes de la Biblia que sabemos que son alegóricos, como lo de los siete días de la Creación.

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Una vez escuché de un físico que argumentaba que el azar a nivel cuántico no existe y de allí deducía que por tanto la libertad no existe.

Es un tema que se ha querido relacionar bastante, pero son dos cosas diferentes. Una cosa es que haya o no azar en la naturaleza y otra cosa es que exista la libertad de la voluntad en el ser humano. Tanto si existe azar como si no, yo creo que se puede salvar la libertad humana, porque se encuentra en otro orden: el entendimiento es inmaterial. Si nuestra razón fuera como los sentidos, entonces no habría libertad, pero la inmaterialidad del entendimiento es suficiente para que se pueda hablar de libertad independientemente de si existe o no azar.

¿Y por qué sigue el problema?

La física clásica, la de toda la época moderna, era determinista. Consideraba que todos los fenómenos de la naturaleza estaban determinados en base a fórmulas matemáticas. La mecánica cuántica posterior estableció una indeterminación fundamental según la cual a un determinado nivel básico de intercambio energético (movimiento de partículas) no funcionan las leyes deterministas del movimiento, sino que se trata de una especie de nube de probabilidades. La posición y la velocidad instantánea de una partícula no está determinado de forma física, sino dentro de un cúmulo de posibilidades. La base primera de las leyes mecánicas sería de tipo azaroso, probabilística, y por tanto las leyes seguras e inmutables serían resultado del gran número de partículas que intervienen en cada proceso.

Y de aquí se sustrae lo otro…

A partir de este momento, hubo quien interpretó que, dado que en el nivel más básico de la materia había un grado de indeterminación, esto daba pie a hablar de la libertad. Como las antiguas concepciones deterministas y mecanicistas defendían que el hombre es una especie de autómata, una máquina sin libertad, ahora se pretendía destruir este argumento desde la misma ciencia. Aunque el hombre fuera puramente material, debido a este probabilismo, el hombre podía ser libre. Pero lo que yo digo es que el hombre no es puramente material.

Aunque no existiese el azar, aún se podría salvar la libertad del hombre

Pero lo que hoy impera es una visión materialista, precisamente, y la idea de que en el hombre hay algo inmaterial está puesta en duda. ¿La discusión es previa?

La discusión entonces es sobre si el hombre tiene un alma espiritual, pero el debate sobre esto no es algo tan inmediato o tan directo, requiere la elaboración de una serie de conceptos.

Tenemos tiempo.

Es necesario en primer lugar estudiar la naturaleza del conocimiento humano. Mientras que los sentidos, que están en la materialidad, conocen lo singular, la razón es capaz de conocer lo universal. Lo universal es una forma, un ser que se dice de muchos, una esencia inteligible. Esta característica de la universalidad no se puede dar en la materia.

¿Cómo se llega a estos universales?

A través de lo sensible, los abstraemos de lo concreto, de la materia. No son universales que existan en acto, que sería el mundo de las ideas de Platón, sino que son abstracciones que el entendimiento ve a través de los objetos. Esta esencia de las cosas, lo que son, es inteligible, inmaterial, y de aquí se deduce que el alma ha de ser inmaterial.

Esto es una concepción aristotélica… ¿Qué es todavía vigente del pensamiento aristotélico?

Muchas cosas, pero habría que concretar. Yo creo que hay cosas vigentes de Aristóteles en física, en psicología, en metafísica, en ética… Hay unas líneas básicas que para mí son vigentes. Lo que no es vigente es lo que depende del conocimiento de su época, aquello más empírico, sobre la estructura del Universo o las interacciones químicas. Lo que se puede decir es que Aristóteles no llegó a decirlo todo y luego se ha completado, pero él fue el que estableció el principio de no-contradicción, la distinción entre potencia y acto…

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Usted es un gran estudioso de la cultura china, y ha traducido a Confucio, ¿qué destacarías de ella?

Es muy, muy diferente. Ocurre que la filosofía china es sobre todo práctica, se refiere sobre todo a la vida ético-política. La metafísica queda tratada de forma más sumaria, y dependiente de su cosmología –el yin y el yan-.

Dicho de otra forma, ¿para un occidental vale la pena leer a Confucio?

Sí en el sentido de que Confucio ha dominado sobre el pensamiento chino durante siglos, y los chinos son tan importantes como nosotros en el mundo. Es una cultura elaborada, que integra mucha gente, y si queremos entender su historia –y por tanto, de alguna forma, al ser humano- Confucio es una de las claves. Más allá de eso, ¿Confucio aportará algo al pensamiento occidental que no podamos resolver? Para mí es dudoso. Siempre es bueno hacer el ejercicio de contrastar con lo que es externo, y por eso puede ir bien leer a Confucio, pero ir a buscar la respuesta a nuestras cuestiones en Confucio como si no las pudiéramos encontrar en San Agustín… No, no creo que encontremos allá una respuesta que no podamos encontrar aquí.

¿Porque responde a una realidad diferente?

A ver, lo que responde a una realidad diferente no nos interesa, y si responde a la misma realidad… pues ya tenemos la respuesta. Para que nos entendamos, las tesis principales de Confucio no son tan diferentes de lo que podemos encontrar aquí, aunque estén dichas de otra forma. Por ejemplo, una de sus tesis principales es la del gobierno por la virtud: gobernar adecuadamente una sociedad exige que el gobernante sea virtuoso, y la forma de gobernar se ha de basar más en el aspecto ético que en una técnica de premios y castigos. Esto no está dicho de esta forma en nuestra tradición, pero la idea de que el gobierno político no está desconectado de la ética es clarísimo en Aristóteles, en la misma “Ética a Nicómaco”.

Acerca de Guillermo Altarriba